En un país con la mitad de sus jóvenes sin trabajo y con 4.237.800 personas, casi el 19% de su población activa, en paro, no debería resultar extraño ver, como hemos visto en España el pasado fin de semana, a sus principales centrales sindicales manifestándose en la calle en favor de un empleo y un salario dignos. La pregunta es: ¿existe alguien que defienda un empleo y un salario indignos? Y la verdad es que he llegado a la conclusión de que sí. Que en España, algunos, han llegado a confundir tanto su propaganda con la realidad, han llegado a creerse tanto sus propias consignas partidistas, que resultan peligrosos defendiendo hoy la literalidad de una reforma del mercado laboral realizada en plena crisis y con la economía intervenida por el rescate financiero, como el bálsamo de Fierabrás. Incluso, como la única explicación de la recuperación actual de la economía, olvidando cosas tan obvias como que otros países europeos se han recuperado antes que nosotros sin necesidad de efectuar un desmantelamiento de derechos laborales tan radical e intenso como el realizado aquí por el gobierno de Rajoy.
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