Razones personales del blog

Siempre he creído que se puede –y se debe– hacer cosas para cambiar aquello que no nos gusta del mundo en que vivimos. Y que debemos hacerlo sabiendo que nadie tiene toda la verdad de su lado y que es posible llegar a acuerdos hablando, de manera respetuosa, entre personas racionales.

No creo que problemas complejos tengan soluciones fáciles y me molesta cada vez más el dogmatismo, el fanatismo, la prepotencia, la injusticia y la irracionalidad. Aprender a vivir juntos sin pensar lo mismo sobre todas las cosas es todavía el gran reto de nuestras sociedades. Y la democracia, con todas sus imperfecciones, sigue siendo el sistema político que ha aportado el mejor procedimiento para conseguirlo.
Garantizar la vida, la libertad, intentar ser felices y ayudar a otros a serlo, removiendo, con un sector público eficaz, los obstáculos que nuestras sociedades han ido poniendo en beneficio de unos pocos, sigue siendo una honesta ambición política a la que no renuncio.

La acción política no debe estar basada sólo en la defensa de intereses de parte –sean éstos clases sociales, naciones o grupos de presión–, o de acuerdo a creencias ideológicas o religiosas. Existe un espacio para la racionalidad, el diálogo, el acuerdo, lo que una mayoría de ciudadanos considera como lo sensato en un momento dado, que debemos ensanchar cada vez más.

Creo en la necesidad del debate político. Y en la posibilidad de que exista para conseguir un resultado positivo para la mayoría, siempre que desterremos algunas malas prácticas. En concreto, no utilizar la mentira, la descalificación y el insulto como instrumentos habituales y sistemáticos de quienes buscan machacar al adversario, convertido en enemigo, más que encontrar soluciones a los problemas y convencer a la gente de sus propuestas.

Creo que no todos los políticos somos iguales y que no hay problemas de izquierdas y de derechas. Sin embargo, la selección de los asuntos a tratar y el orden de importancia que les reconocemos, así como las soluciones que se proponen para los mismos, siguen distinguiendo entre una izquierda y una derecha, aunque sea en base a criterios distintos a como se diferenciaban hace años.

Cuidar las formas y los procedimientos de la democracia es fundamental para llegar a resultados útiles. La transparencia y la información pública son básicas para que aquellos a cuyo servicio trabajamos, que son los ciudadanos, puedan valorarnos. Pero no podemos quedarnos en el puro espectáculo mediático que atrae tanto como desinforma. Las anécdotas son útiles como anécdotas, pero es un error grave convertirlas siempre en categoría. La política tiene que ayudar a la gente. Ayudarle a resolver sus problemas y a conseguir sus aspiraciones.

La defensa firme de unos ideales en política es compatible con la flexibilidad necesaria en los instrumentos para conseguirlos. Creo en la libertad, la igualdad y la fraternidad como principios ordenadores de una sociedad justa. Pero de verdad, tomados en serio y adaptando su consecución a las realidades cambiantes del mundo.
Y creo que es necesario abrir espacios de encuentro y de debate, como este blog, en el que someter a un debate limpio, reflexiones y propuestas que ayuden a conformar alternativas de izquierda a los problemas sociales actuales.

ALGO PERSONAL


No es fácil hablar de uno mismo. Por lo menos para mí. Ya decía el filósofo que llegar a conocerse era tarea de toda una vida. Por tanto, me tendré que conformar con algunos datos más o menos objetivos y unas pocas apreciaciones que considero de interés.

Nací en 1956. El mismo año que Miguel Bosé – hizo una canción generacional -, Muñoz Molina, y mi amiga Marta. Y que otros 608.118 españoles más, según el INE. El mismo año que tuvo lugar en Madrid una importante revuelta estudiantil contra el régimen de Franco.

Y lo hice en Valencia, como lo pude haber hecho en México si mi padre hubiera llegado a tiempo para coger el barco hacia el exilio desde Alicante. Soy el menor de una familia que, al perder la Guerra Civil, vio truncadas expectativas y ambiciones propias que trasladó a la siguiente generación, es decir, a mis tres hermanos y a mí: los estudios como mecanismo de promoción social y las oposiciones al Estado como instrumento material de libertad personal.

Desde pequeño, respiré la política en mi casa más como debate interminable que como práctica arriesgada. No es extraño pues que las protestas contra la dictadura me hicieran entrar en contacto, muy joven, con asociaciones políticas antifranquistas en la clandestinidad. En concreto, el PCE de Carrillo, en el que milité hasta poco después de la muerte de Franco, asumiendo cierto protagonismo en la época universitaria.

Con la consecución de la democracia tuve que tomar una decisión importante para mí: manteniendo el interés por la política, buscar una profesión que me garantizara independencia personal y económica. Preparé las oposiciones a Técnicos Comerciales y Economistas del Estado durante dos años intensos de encierro en Madrid, que empezaron al mes siguiente del fracasado golpe de Estado de Tejero y concluyeron en febrero de 1983, cuando me convertí en funcionario público.

Si entendemos la política como preocupación por los problemas colectivos y búsqueda de soluciones a los mismos, no he dejado de hacer política desde entonces. Como asesor en el gabinete de la Moncloa en la época de Felipe González –y de Alfonso Guerra–, como Jefe de Gabinete de Pedro Solbes en el Ministerio de Exteriores, en Agricultura y en Economía y Hacienda, o como asesor del Grupo Parlamentario Socialista tras la pérdida electoral de 1996.

Debo a Joaquín Almunia y a Juanma Eguiagaray el ser propuesto diputado. Sin ellos, confieso que me hubiera sido imposible. Y debo a los ciudadanos de Castellón que me votaron, el haber sido diputado nacional por esa provincia desde el 2000 hasta el 2009.

El vacío de poder y la necesidad de recambios generacionales que evidenció el PSOE tras la derrota electoral –que hizo dimitir a uno de los pocos políticos españoles que lo han hecho, Almunia–, me llevó a sumarme al grupo Nueva Vía que, sobre todo desde el Parlamento, impulsamos la candidatura de José Luis Rodríguez Zapatero a la Secretaría General del Partido. Su victoria me situó en la Ejecutiva del PSOE, manteniendo la portavocía de Economía que ya ejercía en el Congreso de los Diputados.

El resultado electoral de 2004 llevó a ZP a Moncloa y él me nombró Ministro de Administraciones Públicas, materia que José Luis conoce bien por haber sido portavoz parlamentario y cartera que desempeñaron también Almunia y Eguiagaray. Tengo que reconocer que me emocioné al ser nombrado ministro, que lo considero un honor, una responsabilidad y, también, una oportunidad para hacer cosas útiles que no se pueden hacer desde otros lugares de la sociedad.

En junio de 2007, dejé la cartera ministerial con un balance legislativo del que me siento orgulloso. Dos años después, y tras repetir como diputado por Castellón en las elecciones generales de 2008, decidí dar un giro a mi actividad profesional abandonando el escaño y pasándo a trabajar en la empresa privada (la consultora pwc).
A lo largo de mi vida, he podido escribir cuatro libros así como varios artículos sobre economía y socialismo. Mantengo una columna semanal en el suplemento dominical Mercado de El Mundo, doy clases en el Instituto Empresa y conferencias de la mano de Thinking Heads, Me he atrevido, además, a publicar la primera de una serie de novelas policiacas protagonizadas por un detective privado. Y, sobre todo y ante todo, desde hace algunos años comparto con mi mujer tres hijos maravillosos… la mayor parte del tiempo.

Cuando, como ahora, echo la mirada atrás, tengo la sensación de haber vivido varias vidas. Pero cuando me olvido de andar con la cabeza vuelta, me parece que todavía estoy entrenándome y aprendiendo para “cuando sea mayor�?. A pesar pues de mi más de medio siglo de vida, el pasado no me pesa tanto como para hacer peligrar el futuro. Sigo creyendo que aún tengo mucho por hacer. Es más, pienso que me queda por hacer tanto o más que lo ya hecho. Empezando por este blog y el twitter del que me he vuelto adicto.

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