Sol, playa y unas cañas

Escrito a las 8:15 am

Foto: elmundo.es/JAVIER OLIVARES

El turismo está siendo el verdadero motor de la actual recuperación económica de España, hasta el punto de que está generalizándose la frase «si antes poníamos ladrillos, ahora ponemos cañas» de cerveza a los turistas. Parece que Rajoy ya ha encontrado su modelo productivo, aquel para el que impuso la mayor caída salarial y la menor inversión pública en I+D de nuestra historia reciente: sol, playa y unas cañas.

La gran patronal del turismo, Exceltur, está adelantando un crecimiento del 3,5% este año, por encima del PIB, y que podrá aproximarse incluso al año récord que fue 2016, después de la magnífica campaña de Semana Santa. A pesar de que la inversión inmobiliaria residencial le gana en intensidad, ya que se está reactivando a un 4,3%, recibir 70 millones de visitantes al año tiene que provocar muchas consecuencias en nuestra economía, de entre las que destaco dos: sobre el empleo y sobre la balanza de pagos.

La EPA concentra el sector en un solo epígrafe hostelería, alojamiento y restauración, y este ha sido, con el 10,6%, el de mayor tasa de creación de empleo en el periodo 2014-2016. Podemos decir que el turismo está creando empleo hoy en España al mismo ritmo que lo creó la construcción durante el boom inmobiliario. Si miramos los datos de afiliación a la Seguridad Social, la hostelería ha sido también el sector donde se está produciendo el mayor ritmo de crecimiento, hasta alcanzar casi el millón y medio de afiliados. Ello explica que las comunidades autónomas que más empleo están creando sean, precisamente, las de un mayor componente turístico.

El turismo explica también buena parte de la mejora experimentada en nuestra balanza por cuenta corriente. De hecho, sus 30.000 millones de euros de ingresos netos en 2016 ha sido lo que ha compensado el déficit comercial, contribuyendo a poner la balanza por cuenta corriente en superávit, junto a los 20.000 millones de euros de ingresos netos por servicios no turísticos de los que deberemos hablar en otro momento.

Son estos datos, y otros similares, los que nos permiten afirmar que el turismo español está creciendo a ritmo de boom y, ello se ha convertido en la principal explicación causal de nuestro elevado ritmo de crecimiento económico actual. Se puede afirmar entonces, con fundamento, que es el turismo el que está cogiendo hoy el relevo de lo que representó la construcción a principios de siglo y hasta la crisis de 2008. Vale. Enhorabuena. ¿Pero qué valoración podemos hacer de este hecho incuestionable?

No soy de los que lamentan que las cosas vayan mejor en España. Me alegro mucho de que estemos superando la crisis y de que abordemos los desafíos del futuro con la tranquilidad de una economía en crecimiento. Pero tampoco soy de los que reconocer esto les lleva a la autocomplacencia y a la inactividad, porque veo muchos riesgos que deberíamos estar afrontando y, sobre todo, muchas oportunidades que no podemos desaprovechar. Veamos algunos.

Nuestro boom turístico es, sin duda, consecuencia del esfuerzo realizado por el sector durante estos últimos años. No es por casualidad que España haya repetido como el país con el mejor sector turístico del mundo y el más competitivo, según el ránking que elabora el Fondo Económico Mundial, superando a Francia, Alemania y Japón, que le siguen. Pero el propio sector es consciente de que, junto a los muchos puntos fuertes que presentamos, hay también algunos peligros que no se están abordando desde los poderes públicos con todo el vigor que la situación exige. Por ejemplo, los fraudes y abusos en la contratación laboral, el exceso de minifundismo en un sector que tiene grandes cadenas globales, pero más del 70% de la oferta es de un solo establecimiento, lo que explica la gran cantidad de turistas recibida pero el escaso desembolso medio que hacen, o los problemas planteados por las nuevas formas de contratación asociadas a plataformas informáticas, no siempre debidamente reguladas y supervisadas. Además, el sector sabe que una parte no menor del éxito actual se debe a la difícil coyuntura política por la que están atravesando nuestros principales competidores del Mediterráneo que, esperemos, será reversible en algún momento del futuro próximo.

Por todo ello, las voces sensatas del propio sector están diciendo al Gobierno que, además de felicitarnos por lo bien que va todo, aproveche el momento dulce para hacer aquellas reformas exigidas y muy conocidas desde hace tiempo, para garantizar una mayor sostenibilidad del ciclo expansivo del turismo en España. Empezando porque la actual bonanza no se quede sólo en las cuentas de resultados de las empresas, sino que se traslade a sus trabajadores con mejores condiciones laborales y mayores sueldos. Y continuando por transitar desde un modelo cuantitativo, obsesionado por batir cada año el número de visitantes, hacia otro más preocupado por aportar calidad, valor añadido, diversidad geográfica y estacional.

Cosa distinta es debatir sobre si turismo es lo que queremos como actividad económica principal de España. Aunque soy partidario de adoptar medidas para reindustrializar nuestra economía, hay que reconocer que en el caso que nos ocupa, aunque englobado a efectos estadísticos en el sector servicios, se debe hablar de una autentica industria turística. Me preocupa más, por tanto, cómo implementar y generalizar en el sector los vectores que definen a una industria: innovación, sostenibilidad, productividad, digitalización e incorporación de nuevas tecnologías. Las grandes empresas están ahí, abordando el desafío. Pronto veremos a robots en la recepción de algunos hoteles ecológicos, los que habremos contratado por internet. El asunto es que, sin el apoyo público, estas mejoras no dejarán de ser excepciones mientras la norma en el sector será muy distinta. Y, de momento, este Gobierno está aturdido por los casos de corrupción, cuando no ensimismado y encantado por haberse conocido.

Publicado en elmundo.es el 23 de abril de 2017

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