Con frecuencia, las elecciones democráticas conllevan cambios de partido en el gobierno. Y, aunque ello signifique que algunas prioridades gubernamentales sean diferentes o que se modifique el sentido o/y la intensidad de las políticas aplicadas, el cambio político democrático no suele poner en riesgo la situación económica de los países y de sus empresas. Especialmente cuando se comparte soberanía en el espacio común que es la Unión Europea y, además, el euro. En España, en estos cuarenta años de democracia, hemos tenido seis presidentes y tres partidos en el gobierno sin que ello haya impedido que, por ejemplo, la renta per cápita se haya, casi, triplicado. De hecho, en una de las muchas encuestas entre empresarios que se incluye en alguno de los informes que se han elaborado estos días con motivo de las elecciones del 24 de mayo, se insiste en que la mayoría considera que su principal riesgo hoy es “la situación económica de la eurozona”. No voy a defender que los evidentes cambios que se han producido en el panorama político español no estén generando interés e inquietud entre los inversores nacionales y extranjeros. Sobre todo si se alientan de manera irresponsable con noticias cuyo titular dice “parón de macrooperaciones en España por año electoral” cuando en el interior se reconoce que “no hay nada paralizado” o que “hay preocupación, pero hace un año la incertidumbre era mayor”. El dinero es miedoso y suele rehuir lo desconocido y hoy, nadie sabe qué pasará en España a partir de las próximas elecciones catalanas y generales: si habrá mayorías parlamentarias para formar gobierno estable, qué tipo de gobierno será y cuáles serán sus medidas. Se ha roto con el bipartidismo antes de asentar la técnica de los pactos políticos confundidos, a veces, con imposiciones unilaterales de los minoritarios.
La experiencia demuestra que apostar, por razones partidistas, a la carta del miedo (“nosotros o el caos”) nunca ha dado resultado. Entre otras cosas porque la gente suele votar cambio cuando ya ha identificado a ese “nosotros” de la frase anterior, precisamente con el “caos”, razón por la que se dice que las elecciones las pierden los gobiernos por sus errores más que las ganan las oposiciones por el atractivo de sus alternativas. Si el actual partido en el gobierno corre el riesgo de perder las próximas elecciones, será más por su larga lista de errores (corrupción, recortes, plasma, aborto), lo que debería llevarle a corregirlos como parece indicar Rajoy con sus remodelaciones en el Gobierno y en el partido, más que a dividir al país, otra vez, en “buenos” y “malos” como estrategia para movilizar a sus abstencionistas. De seguir por este último camino, la confrontación electoral sistemática del partido en el gobierno puede convertirse en el principal riesgo político para la inversión.
Se ha señalado, con frecuencia, que un cambio en el gobierno tras las próximas elecciones, podría afectar de manera negativa a una recuperación económica demasiado colgada de la coyuntura internacional. Que, en palabras de un FMI que vuelve por sus cauces intervencionistas habituales, “revertir las reformas dañará la recuperación”. Cuando un organismo internacional dice eso, ¿qué está diciendo realmente? Empecemos por analizar a qué reformas se refiere ya que solo encuentro cuatro reformas sustantivas realizadas en estos años: la primera, derivada del rescate financiero, totalmente pilotada por la troika en contra de los deseos del actual Gobierno que se oponía a destinar dinero público para salvar entidades financieras, a crear un banco malo o a nacionalizar Bankia; la segunda, la de las pensiones, rompiendo por primera vez en dos décadas el Pacto de Toledo al hacer perder poder adquisitivo a los pensionistas; la eléctrica, de cuya conflictividad da cuenta la cantidad de recursos jurídicos interpuestos nacional e internacionalmente y la del mercado laboral que están echando atrás, punto por punto, los tribunales españoles. Por tanto, la pregunta correcta es ¿se puede mantener intactas las reformas hechas?
Pero, en segundo lugar, ¿cuáles son las nuevas reformas que propugna el FMI como necesarias para mantener la recuperación? ¿Copago, subir el IVA y contrato único? Pues el Gobierno ya ha dicho que no está de acuerdo, que no son esas las reformas que piensa aplicar si continúa en el puesto. Por tanto, para el FMI, la continuidad de Rajoy ¿pondrá también en riesgo la recuperación ya que se niega a aplicar las reformas que le propone? En suma, ¿Quién sabe cuáles son las reformas que hay que hacer o mantener, para garantizar el crecimiento económico? Eso es, precisamente, lo que se debe dirimir en la campaña electoral, sin miedos, ni monsergas.
Imaginen que en noviembre, el gobierno pierde las elecciones. Y que, desde ese momento y en los primeros seis meses del nuevo gobierno, España se encuentra ante: una salida de capitales que supera los 200.000 millones de euros, un importante desplome de la bolsa de valores y una prima de riesgo que se multiplica por tres. Tremendo, ¿no? Eso, o algo parecido, es el espantajo con que nos amenazan algunos ante la posibilidad de que haya una alternancia en el partido de Gobierno. Sin embargo, la situación descrita no es prospectiva, sino histórica. Es, exactamente, lo que ocurrió en España entre noviembre de 2011 y junio de 2012, ante la llegada y primeras decisiones del gobierno de Rajoy y hasta que el rescate financiero ayudó a tranquilizar a unos inversores profundamente desconfiados ante el nuevo gobierno. Las cosas no tienen por qué repetirse dado que el contexto internacional es muy diferente. Después, a partir de 2012 y de la mano de las políticas monetarias del BCE, las cosas han evolucionado a mejor. Como sin duda ocurrirá tras las elecciones de noviembre de 2015 si el actual gobierno es sustituido por otro que aplica otras reformas, dentro del marco de la Unión Europea y de acuerdo con las normas de la eurozona. Tranquilidad y dejemos que juegue la democracia, sin miedos, estridencias, ni amenazas. Por el bien de España y de los españoles, ya saben.