Cambio de modelo productivo. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 7:57 am

Raro es el candidato, a comunidad autónoma o incluso a ayuntamiento, que no esté proclamando la necesidad de proceder a un cambio en nuestro modelo productivo que nos permita transitar desde el ladrillo, hacia el ordenador. Salimos de la recesión, de acuerdo, pero más allá de un fenómeno estadístico, ¿sobre qué bases productivas va a sustentarse nuestro crecimiento futuro?, ¿Sabremos hacer algo, además de construir burbujas inmobiliarias, de la suficiente dimensión como para dar empleo a los más de cinco millones de parados actuales?, ¿Encontraremos un hueco en la economía mundial del conocimiento, suficiente como para sustentar una elevación del nivel de renta como el esperado socialmente? ¿Cuál será el papel de España en el concierto económico internacional? Turismo, comercio, agroalimentario, coches…¿y qué más?

En este debate, pocos recuerdan que en marzo de 2011 ya se aprobó una Ley sobre Economía Sostenible que tenía como objetivo fundamental de su extenso y prolijo articulado “incentivar y acelerar el desarrollo de una economía más competitiva, más innovadora, capaz tanto de renovar los sectores productivos tradicionales como de abrirse a las nuevas actividades demandantes de empleos estables y de calidad”. ¡Ahí es nada! 114 artículos, 20 disposiciones adicionales, nueve transitorias y 60 disposiciones finales dedicadas a “acelerar la renovación del modelo productivo”, ¿en que ha quedado?

Parece evidente que la crisis ha tenido efectos claros sobre la evolución de algunas variables y parámetros de nuestra economía afectando, con ello, a la manera en que se relacionan. Este año creceremos en el entorno del 3% como hicimos, por ejemplo, en 2003. Sin embargo, muchas cosas van a ser diferentes entre ahora y entonces. Por citar solo tres elementos importantes: en 2003, el crédito al sector privado creció un 15%, frente a un descenso del stock previsto ahora; aquel año tuvimos un déficit por balanza de pagos cercano a los 13.000m de euros, por un superávit equivalente esperado en 2015 y, en ambos momentos creció el empleo a tasas similares aunque, ahora, con mayor precariedad. A igualdad de crecimiento, por tanto, crecemos hoy de una forma más saneada que antes, aunque todavía es pronto para sacar conclusiones definitivas ya que aparecen demasiados síntomas antiguos en nuestro actual modelo de crecimiento, como la elevada dependencia del consumo interior.

Aceptando, por tanto, que se están produciendo cambios en el modelo de crecimiento, siendo el principal la creciente internalización de nuestras empresas, ¿podemos asegurar que responden a cambios más profundos en el mismo modelo productivo, como se pretendía? Hace tiempo que vengo defendiendo que es un error abordar este asunto como una apuesta dirigista entorno a sectores productivos. Menos ladrillos y más ordenador, fue el grito de guerra de los partidarios de este enfoque equivocado. Me parece más adecuado centrarse en vectores. Cambiar el modelo productivo no es dejar de hacer lo que hacemos para empezar a hacer cosas diferentes (sectores), sino dejar de hacer como estamos haciendo, las cosas que sabemos hacer, para empezar a hacerlas de otra manera distinta (vectores). En suma, más ladrillos, “con” ordenador incorporado. Si nos fijamos en aquellas empresas de referencia en España, su éxito radica en que hacen lo mismo de siempre (alimentación, comercio, textil etc) pero de una forma totalmente novedosa, incorporando los siguientes vectores de actuación: internalización, incremento del valor añadido en base a innovación, preocupación por la sostenibilidad y la economía baja en carbono, apuesta por el conocimiento como eje vertebrador de toda su cadena de valor. Con ellos, aunque no variemos de sector de producción, la forma con que lo producimos será tan diferente que habremos operado un verdadero cambio hacia un modelo de competitividad sostenible, basado en el talento y el valor añadido en lugar de en salarios bajos.

Si, como país, apostamos por unos sectores productivos frente a otros, podemos equivocarnos. Pero si hacemos una apuesta nacional, en todos los sectores de actividad económica, por la innovación, las nuevas tecnologías, la eficiencia energética, el conocimiento, el valor añadido, la internalización, seguro que estaremos acertando y, con ello, cambiando el modelo de producción hacia uno más sostenible. Este giro, resulta imposible de abordar de manera generalizada desde el actual tejido productivo español poblado de pequeñas empresas e, incluso, de microempresas. Las empresas de mayor tamaño, en general, innovan más, salen más al extranjero, contratan de manera más estable, forman a sus trabajadores, apuestan más por el valor añadido, son más productivas. Por ello, la necesidad de aprobar medidas que favorezcan e incentiven el crecimiento en el tamaño medio de nuestras empresas, más empresas, más grandes, con los impactos positivos que ello tendrá sobre mejoras en la calidad de la gestión empresarial, deben formar parte de todo programa que busque mejorar nuestro modelo productivo. En ese sentido, estamos a la espera del documento con propuestas concretas para facilitar el crecimiento en tamaño de las empresas españolas que está elaborando el Círculo de Empresarios y que presentará a mediados de junio. Mientras tanto, merece destacarse la iniciativa público privada “Cre100do”, Nuevas Grandes Empresas, que, pasando del dicho al hecho, impulsa anualmente un programa práctico de ayuda al crecimiento en tamaño para un grupo seleccionado de empresas a las que se acompaña desde el inicio.

Se ha dicho siempre que, para un optimista, las crisis son oportunidades. No lo sé. Pero ya que tenemos una de la que empezamos a salir, sería conveniente que las transformaciones provocadas por la misma, especialmente si es tan intensa y duradera como esta, nos llevaran a provocar más cambios en un sentido deseado para que al salir de forma definitiva lo hagamos a un territorio mejor que aquel en el que vivíamos y nos condujo a la crisis. Eso es gobernar: poner en marcha los incentivos necesarios para liberar las energías creadoras de los individuos, canalizándolas hacia un resultado globalmente mejor para todos y no solo para ellos mismos. A veces, eso tiene que hacerse mediante leyes. Otras mediante grandes acuerdos nacionales. Pero, en todo caso, solo con proclamarlo de campaña electoral en campaña electoral, no es suficiente.

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