2014
Recuperación, a pesar del Gobierno. (Publicado en Mercados de El Mundo)
Anda el Gobierno arremetiendo, de nuevo, contra la oposición con el eslogan electoral “no supieron ver la crisis y ahora tampoco ven la recuperación” cuando, en realidad, deberían estar preocupados por ellos mismos: tampoco el PP vio venir la crisis en su programa electoral de 2008 y, sobre todo, porque la actual recuperación cuestiona el discurso gubernamental en política económica. A esto dedicaré el artículo, la recuperación, lánguida y vaciante, está siendo la mejor demostración de lo equivocado de las políticas de austeridad que el Gobierno dice aplicar pero que, en realidad, solo aplica a los trabajadores.
Si aceptamos los datos intertrimestralesque acaba de hacer públicos el Banco de España sobre la evolución macroeconómica del primer trimestre de 2014, coherentes con la nueva revisión gubernamental, lo que vemos es un cambio de signo del PIB desde cifras negativas en 2012 (-1,6%) y 2013 (-1,2%) hasta un prometedor +0,4% ahora, caracterizado por los siguientes rasgos:a) una aportación positiva de la demanda interna (0,3 frente a caídas del -4,1 y -2,7% en los dos años anteriores) b) una menor contribución de la demanda exterior neta (0,2 frente a 2,5 y 1,5 en 2012 y 2013 respectivamente) c) una sensible reducción en la caída de empleo (-0,3 frente al -4.8 en 2012) y d) un deflactor del PIB negativo (-0,4 frente a 0,6 en 2013).
¿Cómo interpretamos estos datos que, junto a los del último trimestre de 2013, ya empiezan a marcar tendencia? Parece evidente que crecemos cuando y porque la demanda interna sube, en contra de lo dicho por el Gobierno que atribuye a las exportaciones y al sector exterior el protagonismo en la reactivación. La cosa no tendría más interés que el académico si no fuera porque la estrategia seguida de devaluación interna para hacer frente a la crisis con el objetivo declarado de favorecer competitividad de las exportaciones se ha traducido en despidos y bajadas de salarios provocando con ello una profunda depresión de la demanda interna y graves sufrimientos entre los ciudadanos cuando, a lo que se ve, la mejor política económica anticrisis debería haber consistido en intentar proteger la demanda interna mediante, por ejemplo, rebajas en los costes no salariales (cotizaciones sociales) a cambio de mantener salarios y empleo. Ello hubiera permitido, además, acelerar el ritmo de desapalancamiento de las familias y las empresas, todavía demasiado elevado (77 y 129% del PIB respectivamente).
No digo sacrificar competitividad o empuje exportador que, en una economía global, es fundamental a medio plazo. Digo que si el Gobierno hubiera tenido más claro los factores motrices de nuestra economía, habría orientado sus medidas en una dirección diferente que, por lo que se ve ahora, hubiera reportado mejores resultados en forma de una recuperación más temprana y más robusta. Salvo que el objetivo buscado no fuera tanto encontrar el camino más corto hacia el crecimiento sostenible de la economía, sino provocar un fuerte terremoto, como el que vivimos, que tuviera como consecuencia buscada un profundo giro en la correlación de fuerzas sociales en favor de los más ricos y poderosos (como señala CARITAS), que acompañara al incremento de la desigualdad económica que ya estamos viviendo (como demuestra la OCDE). Así, la crisis no será económicamente neutra porque no lo es ninguna, pero, debido a las políticas seguidas desde el Gobierno, también nos dejará un país más fragmentado donde lo que manden, mandarán más que antes, con menores cortapisas y contrapesos. Un ejemplo: el mismo Gobierno que no acepta la dación en pago como forma de saldar la deuda hipotecaria de familias en dificultades, aprueba una ley para estimular la conversión de deuda empresarial con los bancos aplicando quitas, asume, desde el Estado, la deuda de las autopistas privadas imponiendo una quita del 50% o se vanagloria de inyectar dinero público que niega a otros, para reconvertir el sistema financiero, aunque dijeron que no lo harían.
Regresando al cuadro macroeconómico del Banco de España y profundizando un poco en el cambio de signo de la demanda interna, dos comentarios adicionales son oportunos: primero, que el consumo de las familias aumenta (se gasta más, no se ahorra más como predicaba Rajoy), no tanto porque suba la renta disponible (salvo los que tengan acciones bursátiles), sino porque aquellas familias que no tienen hipotecas (60%) o aquellos hogares con todos sus miembros ocupados o no activos (70%), están recuperando confianza al ver como se alejan las tormentas financieras sobre el euro, añadido al “efecto hartazgo”, deciden gastar más tras varios años “apretándose el cinturón”. Pero, en segundo lugar, porque se ha producido un apreciable aumento en el consumo de las administraciones públicas que, sin duda, compensa el fuerte parón habido en el último trimestre de 2013 para evitar que el déficit público se desviara todavía más (sobre esto volveré otra semana). Es decir, que tampoco es la austeridad pública (la deuda pública está subiendo a ritmos incompatibles con cualquier concepto de austeridad) la que tiene efecto expansivo sobre la actividad, como decía el Gobierno, sino que cuando aumenta, como ahora, el gasto público, el PIB lo computa de forma positiva, como veníamos diciendo la mayoría de economistas desde hace décadas. Esto es lo que permite hablar de “austericidio”, al referirse a las políticas económicas seguidas, en España, desde mayo de 2010, hayan sido impuestas por la troika o no.
Quedan dos asuntos finales: la baja inflación, incluso negativa, que aún sin ser deflación, está teniendo efectos desconocidos en nuestra economía, retrasando los ajustes en el mercado inmobiliario o perjudicando la devolución de los préstamos. Segundo, la ausencia de rumbo que padecemos, sin ideas claras sobre nuevos sectores emergentes, vectores competitivos prioritarios o reformas estructurales de entidad que acometer. La economía española necesita un plan estratégico que permita generar sinergias entre todos los agentes y, sobre todo, reoriente la actividad del sector público para que pueda ser motor y no lastre del importante cambio estructural que, de la mano de la globalización, estamos viviendo. Luego, será tarde: ¿querremos vivir en la España que nos están reconstruyendo?