¿Cómo puede anunciar el Gobierno una creación neta de empleo en 2014 y, a la vez, anticipar en los Presupuestos para ese año una caída de ingresos por cotizaciones sociales (-2,9%) y un aumento en el gasto por desempleo (10%)? ¿Es compatible una previsión de crecimiento medio anual del consumo privado de casi 3 puntos (desde el -2,6% de este año hasta el 0,2 previsto) con un estancamiento en la recaudación por IVA (0,6%)? Si la Seguridad Social tendrá en 2014 problemas de financiación que llevan a imponer una pérdida de poder adquisitivo en las pensiones, ¿por qué es el año en que las aportaciones del Estado caen un 16%? Y, sobre todo, si son unos Presupuestos “austeros”, como dice el Gobierno, ¿por qué el gasto consolidado del Estado Central subirá respecto a 2013, el déficit del Estado no se reducirá en términos absolutos y la deuda pública se disparará hasta batir récords históricos?
El debate sobre los Presupuestos Generales del Estado ha devenido en una especie de test de Rorschach donde cada uno proyecta sobre las manchas de números y porcentajes, la valoración que quiere. El Gobierno ha hecho bandera de dos ideas entorno a las que ha movido todo su discurso en política económica: el empuje de las exportaciones, como prueba de la mejora de competitividad impulsada por las medidas de devaluación interna y los recortes en el gasto público (más las subidas de impuestos) como expresión dolorosa de una cultura de austeridad pública, imprescindible para hacer frente a la crisis mediante reducciones del déficit público. Ambas ideas, como he sostenido aquí desde 2008, son inadecuadas. Primero, porque en España no hemos tenido un problema de competitividad exterior (las exportaciones están creciendo desde hace años) sino de desplome de la demanda interna y, segundo, porque, a diferencia de otros países, no hemos tenido un problema de deuda pública, sino privada y cuando hay sequía de crédito, el supuesto impacto expansivo de una reducción del déficit público (que ya nadie defiende en el mundo, salvo Montoro, aunque sus hechos le contradigan) queda anulado.
Pues bien, los Presupuestos para 2014 hacen saltar por los aires los ejes explicativos de la política económica del Gobierno. Así, la recuperación prevista en los próximos trimestres que elevará el crecimiento medio del PIB hasta el 0,7% el año que viene, no se explica por una mayor aportación del sector exterior (de hecho, en el cuadro gubernamental, baja dicha aportación al aumentar las importaciones) sino por un inexplicado impulso de la demanda interna. El gobierno supone, y otros analistas con él, que las familias van a incrementar significativamente su consumo y las empresas su inversión, a pesar de mantenerse un contexto adverso (pérdida de poder adquisitivo de pensionistas y funcionarios, rebajas de salarios en convenios, nula creación de empleo, continuidad en la sequia de crédito). De la misma manera, con la escasa reducción prevista en el déficit del Estado Central y el fulgurante aumento de la deuda pública, la austeridad en las cuentas públicas parece abandonarse aprovechando la mayor permisividad de Bruselas y el regreso de la prima de riesgo a los niveles de 2011. Dicho de otro modo: si salimos de la recesión en 2014, será porque las familias y empresas gasten más (no más ahorro, sino más gasto) y porque el Estado mantenga su aportación financiera global a la actividad económica, en lugar de recortarla. Por tanto, lo que nos sacará de la recesión será un mayor gasto, público y privado, todo lo contrario de lo que ha sido el discurso oficial sobre la bondadosa austeridad.
El test de las manchas de números de los Presupuestos para 2014, permite proyectar otra interpretación: abandonada la austeridad, los fuertes recortes en el gasto público, de los que sigue lleno este Presupuesto, pierden toda coartada vinculada a una situación excepcional de crisis para engancharse a otra explicación: la aplicación de un programa político dirigido, no a reformar, sino a desmantelar unilateralmente, el Estado del Bienestar. Si hay partidas de gasto discrecional que crecen o estamos dispuestos a que aumente el endeudamiento para financiar algunas cosas, es decir, cuando hay dinero para unas cosas y no para otras, el argumento de que no hay dinero para nada y por eso recortamos, desaparece al elegir. Así, el ahorro conseguido mediante la imposición de una pérdida de poder adquisitivo en las pensiones, no llega ni para cubrir el incremento de transferencias a las empresas del sector eléctrico como consecuencia de la reforma aprobada. Otro ejemplo: el total de pérdidas en la recaudación como consecuencia de mantener todas las deducciones fiscales concedidas sin que su utilidad haya sido demostrada, supera el total de gasto asociado a la ley de dependencia, en pleno desmantelamiento injusto. Todo ello, sin entrar en el complejo y sorprendente mundo de los dineros que van y vienen entre unas administraciones y otras, con sus respectivos pagos y cobros de intereses.
Miles de páginas, ahora bits, donde está todo, menos, a veces, lo fundamental. Así, por ejemplo, no es posible, con la información facilitada, saber si los Presupuestos para 2014 son “expansivos” o “contractivos”, ya que no proporcionan la previsión de cierre del gasto para 2013, obligando a una comparación entre Presupuestos iniciales, sin tener en cuenta, por tanto, las desviaciones que se hayan podido producir a lo largo del año. Por tanto, podemos conocer lo que el Gobierno dice que quiere hacer en 2014 comparándolo con lo que dijo hace un año que quería hacer en 2013, pero no podemos compararlo con lo que ha hecho efectivamente en 2013. No sé que dice la Ley de Transparencia al respecto, pero es un asunto importsante porque dificultar el análisis entre lo dicho y lo hecho por el Gobierno durante el año en curso, afecta a la credibilidad sobre lo que se propone hacer el próximo año.
¿Son estos los Presupuestos de base cero que prometieron tan enfáticamente al presentar la reforma de la administración? ¿Se acuerdan? ¡Ay, todo lo que permite ver esas manchas presupuestarias, bien miradas!
07.10.2013 a las 16:35 Enlace Permanente
Entiendo y comparto lo que expone el Sr. Sevilla. Aunque nuestra deuda privada es muy importante, la pública, a pesar de la austeridad y recortes está alcanzando unos niveles peligrosos, eso pienso….
Si muchos coinciden en que esta no es la política económica acertada, la pregunta surge por si sola: ¿ Por qué razón se continúa en esta senda de austeridad y perjudicando a la clase media-trabajadora…? Con las medidas
que se han tomado y se estan tomando es la más perjudicada y bajo mi punto
de vista, desde mi limitado conocimiento de economía, se está empobreciendo
paulatinamente cada vez a más gente y no precisamente a los que tienen mucho
poder adquisitivo y grandes fortunas; en este sentido no se enfocan los recortes. Si siguen asi, además de desmantelar ese estado de bienestar del que supuestamente se tendrían que beneficiar más las clases menos pudientes, aunque se benefican todos y me parece bien, pero que no machaquen a los menos pudientes. A caso, no hay otra forma de obtener recursos para el estado de una forma más equitativa y no tan claramente decantada hacia las clases medias bajas…? No sé que intereses hay en todo esto, pero desde la calle es lo que se observa, por lo menos el que no se cree eso de los brotes verdes. Todo eso de que de que la crisis está quedando atrás está muy bien, como es lógico, pero, que pasa con todo los que hemos perdido poder adquisitivo, recortes que hemos sufrido y salarios más bajos… hemos de recuperar todo eso..? Me gustaría que alguien que lo entienda a cabalidad me contestara…
Muchas gracias,un saludo.