2013
Cosas que ocurren tras tocar fondo. (Publicado en Mercados de El Mundo)
Casi todo el mundo está de acuerdo en dos cosas aparentemente contradictorias: 2013 será, en términos económicos, igual de malo que 2012 y también será el año en que toquemos fondo en esta segunda fase de la crisis que se inició en 2008. A partir de ahí, muchos creen que 2014 significará el inicio de la salida de la recesión al recuperar tasas positivas, aunque modestas, de crecimiento. El último trimestre de 2012 ha sido malo. Peor, incluso, de lo previsto, al desmontar optimismos excesivos basados en un crecimiento de las exportaciones que se ha visto, sin embargo, frenado. Esta misma semana, tanto la Comisión Europea como el Banco Central Europeo han revisado a la baja sus previsiones en la zona euro como prueba de que la recesión inducida por el austericidio impuesto sobre los países periféricos, incluida Francia, se está volviendo como un boomerang sobre las economías del núcleo central.
En España, la media del Consenso de previsiones de 19 centros independientes, sitúa la estimación del crecimiento del PIB para 2013 en el -1,5%, empeorando en una décima el cierre de 2012. ¿Cómo es posible, pues, que a partir del ligero empeoramiento previsto, pueda resurgir un crecimiento positivo en 2014? Para ello, se tiene que dar, necesariamente, dos condiciones: la primera, que al tocar fondo en la caída se produzca, automáticamente, un efecto rebote hacia arriba y la segunda, que a lo largo del propio año 2013, el perfil del decrecimiento incluya una flexión al alza de tal manera que el primer semestre sea un poco peor que su equivalente del año pasado, pero que a partir del tercer trimestre y, sobre todo, del cuarto se inicie la suave remontada que nos llevará, ya el próximo año, a esas tasas positivas de crecimiento.
La idea de que al tocar fondo en una caída se inicia la remontada, no se corresponde, siempre, con la evidencia física. Una pelota, lanzada desde una cierta altura, rebota al tocar suelo, pero una hoja de papel no y un elefante, tampoco. Se corresponde, sin embargo, con un efecto estadístico bajo el que se oculta, a menudo, una confusión interesada. Me explico. Si a partir de 100, se produce un descenso hasta 80, la caída será del 20%. Si, posteriormente, se reduce el ritmo de caída hasta la mitad, el 10%, al ponerlo sobre un gráfico veremos una subida (desde -20 a -10) pero, en realidad, bajaremos de nuevo desde 80 hasta 72. Esto es a lo que llamo una “recuperación estadística” que representa algo obvio pero que se olvida con frecuencia: caer menos, no es lo mismo que subir. También se corresponde con la idea de que las fuerzas de la economía, al actuar libremente, tienden a buscar el equilibrio de mercado: si los precios ya han bajado suficientemente y los costes se han ajustado, el ciclo de la actividad económica volverá a funcionar de manera automática ya que si hay posibilidad de obtener un beneficio, alguien actuará para conseguirlo. Pero seguir pensando, a estas alturas, que existen unas fuerzas naturales en la economía para regresar a un hipotético estado de equilibrio es, cuanto menos, optimista ya que no tiene en cuenta, precisamente, los aspectos esenciales que caracterizan una situación de crisis sistémica: desconfianza paralizante e incertidumbre ante cambios paramétricos que afectan a la forma de actuar de los agentes económicos.
La evidencia muestra, por el contrario, que, tras tocar fondo, cuatro son las posibilidades: seguir profundizando en aspectos parciales del agujero; rebotar en forma de V; rebotar en forma de W (que es lo ocurrido en 2011) y estabilizarse en el fondo avanzando en forma de L. Limitarse a trabajar solo con una de las posibilidades, es un reduccionismo no suficientemente justificado a priori.
Todas las previsiones que incluyen un crecimiento del PIB en España para 2014, en un abanico que va desde el 0,3% al 1,4% del Gobierno, lo hacen desde tres supuestos simultáneos: el consumo privado mejora (o empeora mucho menos); la inversión privada se recupera sustancialmente y, sobre todo, las exportaciones crecen a ritmos espectaculares del entorno del 8%. Sin que se produzcan estas tres cosas a la vez, las matemáticas del cuadro macroeconómico no permiten establecer un crecimiento positivo del PIB, por modesto que sea, en 2014, a partir de los malos resultados arrastrados y previstos para este año. Y la pregunta clave es: ¿por qué tiene que ocurrir eso? ¿Cuáles son las razones que hacen creíble que las familias vayan a consumir más, los empresarios a invertir más y las exportaciones a seguir creciendo? ¿Por qué va a cambiar la tendencia de menos, a más? ¿Sólo porque nos aproximamos contablemente al objetivo ampliado (por Bruselas) y parcial (sin rescate bancario) de déficit público?
El consumo de las familias depende de sus ingresos netos disponibles. Pues bien, de aquí a finales de 2014 es difícil pensar que el empleo mejore, los salarios crezcan, los impuestos bajen, o las transferencias públicas aumenten, salvo de manera marginal (pensiones, paga extra funcionarios). En esas condiciones, unido al elevado endeudamiento que todavía arrastran, ¿Por qué las familias van a consumir más? Algo similar ocurre con la inversión privada en España (cosa distinta es la dedicada a internacionalizarse): ¿Por qué va a aumentar aunque haya bajado el coste laboral unitario, si la demanda no va a explosionar, existe capacidad instalada ociosa y el crédito a la inversión no se va a reactivar en ese tiempo? Por último, ¿es razonable pensar que nuestras exportaciones seguirán creciendo a ritmos tan elevados, a pesar de las mejoras en competitividad de costes, cuando se deterioran las perspectivas en los países destinatarios?
Por todo ello, más allá de juegos estadísticos, la posibilidad de que 2013 sea el último año de la recesión está asociada a un cambio en la política económica del Gobierno que induzca cambios bruscos en los comportamientos de aquellos agentes que por haber sufrido menos la crisis, están listos para crecer. De lo contrario, se podrá acertar la previsión. Pero igual que el número de la lotería.