Adivinar el futuro es una de las más antiguas preocupaciones humanas. Desde los arúspices hasta los actuales videntes televisivos, hay contabilizados más de sesenta métodos distintos para vislumbrar el porvenir (péndulo, runas, velas, cartas…) dando por hecho que está escrito en algún sitio, es inamovible, pero podemos aspirar a conocerlo para prepararnos. Pues bien, repetir que la crisis económica finalizará en España este año porque 2014 vendrá acompañado ya de tasas positivas de crecimiento como repite el Presidente Rajoy, puede resultar cierto, o no. Pero, a fecha de hoy, forma parte de un ejercicio de adivinanza sobre el porvenir realizado por el método que podemos denominar “repetir la consigna” hasta hacerla creíble, más que por un razonamiento en base a datos, supuestos y evolución previsible de las tendencias claves. A explicar esto, dedicaré el artículo.
Algunas cosas que influyen sobre el devenir económico español están cambiando de forma evidente. Empezando porque se afloja la presión de los mercados financieros internacionales que son capaces, ahora, de absorber títulos de deuda española, pública y privada, con más facilidad que hace unos meses, cuando estaban totalmente cerrados. Sin embargo, esta realidad positiva hay que acotarla con otros dos datos: ocurre también con otros países periféricos del euro, Italia e incluso Portugal y, a pesar de ello, nuestra prima de riesgo sigue situada a niveles demasiado elevados lo que golpea sobre el gasto público de forma explosiva (pago de intereses). Es imposible, por tanto, no relacionar esta mejoría con el cambio en la política monetaria llevado a cabo por el Banco Central Europeo desde el verano pasado, momento en el que pone en marcha dos iniciativas que recordó el Presidente Draghi esta semana en su comparecencia en el Parlamento español: “conceder a las entidades de crédito acceso ilimitado a la financiación del banco central” (el 30% del total a bancos españoles, frente al anterior 6%) y “preparar la realización de Operaciones Monetarias de Compraventa en los mercados de deuda pública”. Dicho de otra manera, el alivio en la situación de los mercados financieros respecto a nuestro país, parece deberse más a las decisiones del BCE a favor de fortalecer la zona euro, alejando cualquier temor de quiebra de la misma, que a una valoración de méritos propios para los que siguen exigiendo unos elevados diferenciales de tipos de interés que cubran un riesgo que las noticias sobre corrupción no ayudan a mejorar.
El segundo cambio perceptible es que, tras cinco años de fuerte devaluación interna para contrarrestar el elevadísimo nivel de endeudamiento externo que tenemos como país, esta empieza a dar sus frutos en forma de: corrección del desequilibrio exterior, donde hemos pasado de un déficit por cuenta corriente del 10% del PIB en 2008 al 1% con que cerrará 2012; mejora en la competitividad por el significativo descenso de los costes laborales (menos trabajadores, ganando menos) y espectacular avance en productividad aparente del trabajo, asociado a seis millones de parados. Pero bajar a segunda división (y la OCDE ha rebajado nuestro crecimiento potencial desde el 3 al 1%) puede permitir a un equipo ganar más partidos que cuando estaba en primera, pero eso no satisface a su afición que quiere ascender cuanto antes. Dicho de otra manera, incluso dejando al margen el tremendo y desigual esfuerzo realizado por nuestra sociedad para ajustarse a la realidad de la crisis por estallido de la burbuja especulativa, lo que hoy valoramos como “señales esperanzadoras” son fruto más de la propia recesión y, por tanto, reversibles, que de cambios estructurales sostenibles en el modelo productivo y en el país como sistema.
El tercer cambio reseñable son los avances realizados en la reestructuración bancaria. Sin embargo, a pesar de que nos ha costado 40.000 millones de euros en ayudas públicas, lo que debería permitir ser algo más generosos con los deudores hipotecarios en situación precaria sobrevenida, todavía no han concluido los ajustes para reducir el tamaño del sector y seguimos lejos de poder reactivar el flujo de crédito a unas empresas que dependen de las entidades bancarias para cubrir las tres cuartas partes de sus necesidades externas de financiación. Por ello, según el BCE, el coste medio del crédito es en España del 6,06% frente al 4,04 promedio de la zona euro. Por otro lado, está por ver que las mejoras en el acceso a la financiación externa por parte de nuestras grandes empresas se traduzcan en mayores inversiones creadoras de empleo en España.
Todas las proyecciones sobre España posponen para 2014 la consecución de tasas positivas de crecimiento que oscilan entre el 0,4 y el 1,5%. En 2011 ya tuvimos un modesto crecimiento entre los hundimientos de 2009 y de 2012, es decir, que los datos positivos que hoy se anticipan sobre el año próximo, pueden ser un efecto estadístico más que el inicio real de la recuperación. Pero, además, todos los auspicios se basan en una mejoría espectacular del sector exterior ya que la demanda interna seguirá con una aportación negativa, o cero, al crecimiento del PIB. Es cierto que desde 2009, nuestras exportaciones han aumentado casi un 20%. Pero, precisamente, la espectacularidad de esta cifra, en un contexto de desaceleración de la actividad en la Unión Europea y con un euro fuerte que dificulta el acceso a otros mercados, hace difícil pensar que, a pesar de las mejoras en competitividad, su empuje pueda, no solo mantenerse, sino incrementarse hasta ser capaz, por sí solo, de revertir la fuerte atonía del consumo y de la inversión domésticas ya que, con el modelo de ajuste seguido, ser más pobres es la otra cara de la misma moneda que ser más baratos.
Podemos seguir jugando a adivinar el futuro. Incluso podemos acertar como el reloj estropeado. Pero creo más útil anticiparnos al mismo mediante decisiones que lo configuren de manera aceptable. Para ello, si rectificar es de sabios, como se ha recordado esta semana, necesitamos un Gobierno que aspire a llenarse de sabios mediante la rectificación como método. Aunque sea para cumplir con su deber con los ciudadanos.