El Gobierno dice que sí, que lo peor ha pasado, que se huelen los brotes verdes, que al final del próximo año empezará la ansiada recuperación, que el crecimiento tomará cuerpo a lo largo de 2014. Lo malo es que es el único que lo dice. Y, lo peor, que también lo dijo el gobierno anterior justo antes de caer en esta segunda fase de la recesión. Como el partido en el Gobierno llegó a creerse que el problema era “Zapatero” y no una grave crisis sistémica, ha dicho que hemos pasado de ir “a la deriva”, a seguir un “rumbo cierto”. Ya se sabe, exageraciones de los políticos que no se ven respaldadas por los datos: comparado con hace un año, tenemos más parados, menos renta disponible, más inflación, mayor prima de riesgo, menor riqueza (pisos y acciones valen menos), mayor tasa de morosidad, mucha más deuda pública y la misma desviación de déficit público, aunque sobre una cifra absoluta menor. En el lado positivo, hay que señalar la suave disminución de la deuda privada, la balanza de pagos reduce su déficit, alcanzando incluso superávit la comercial, los costes laborales y la productividad presentan mejorías, aunque todo ello muy relacionado con la situación de crisis, es decir, pueden ser mejoras reversibles cuando regrese la recuperación. También se ha reducido el déficit público estructural, aunque quede compensado por el incremento en los pagos por la deuda.
Si lo analizamos en términos dinámicos, centrándonos en los motores del crecimiento, para que crezca la economía a finales de 2013, tiene que hacerlo alguna, o todas, de las siguientes variables: consumo público, consumo domestico, inversión, exportaciones netas (exportaciones, menos importaciones). Veámoslas con detalle: ni el consumo ni la inversión pública parece que vayan a crecer en los próximos dos años, porque no sería compatible con los compromisos asumidos de reducción del déficit público. Podremos discutir si se ralentiza o no la severidad del ajuste y de los recortes conforme se suavizan los plazos de llegada al mítico 3%, pero no parece probable un giro desde los anteriores seis trimestres que viene cayendo el consumo público, a una situación de incremento del mismo.
El consumo de las familias viene también cayendo seis trimestres empujado por el aumento del paro, la caída en los salarios, los aumentos en los impuestos y precios públicos, los recortes en transferencias y el efecto riqueza negativo que provoca la caída en el valor de los activos que poseen (pisos y acciones). ¿Cuál de esas variables va a alcanzar un punto de inflexión suficiente en los próximos trimestres, como para pasar del decrecimiento en el consumo al aumento del mismo? Incluso si se produjera una inesperada mejoría en la renta disponible de las familias, al menos, una parte debería ir destinada a devolver deuda antes que a subir consumo.
La inversión privada lleva en números negativos todavía más tiempo y no solo la de construcción. Todas las encuestas realizadas señalan dos factores que están limitado la inversión en España: no hay demanda, ni crédito financiero. ¿Cambiará alguno de esos elementos en el próximo año hasta el punto de que las empresas puedan hacer frente a sus costes actuales, devolver sus deudas y, además, realizar inversión nueva en cuantía suficiente como para “tirar” al alza del PIB? La demanda interna, ya hemos visto que no. El crédito bancario, incluso con la operación de “banco malo” de cartón piedra que se ha creado, tardará tiempo en recuperar tasas positivas. Por último, la exportación es previsible que siga siendo el elemento expansivo de nuestra economía pero, con muchas limitaciones porque su capacidad de arrastre sobre el PIB es reducida y las probabilidades de que crezca más, a partir de las elevadas tasas ya alcanzadas este año, son muy escasas.
Tres elementos podrían ayudar a revertir la situación: primero, que consiguiéramos, en los próximos meses, poner fin al bloqueo derivado del “efecto precaución o miedo” que paraliza decisiones de consumo e inversión incluso en aquellos agentes económicos que tienen capacidad económica para hacerlo. A ello, me imagino, se dirige el Gobierno con sus intentos de trasladar optimismo a la ciudadanía, como ya intentó hacer el Gobierno anterior. El problema es que, tanto entonces, como ahora, la tarea de un Gobierno no es generar optimismo, sino confianza. Y, de eso, según las encuestas de opinión, estamos más bien escasos a fuerza de desprestigiar a lo público, a los políticos y de dar muestras de que se antepone, con demasiada frecuencia, los intereses del partido por delante de los intereses generales en asuntos como aplazar decisiones importantes (Presupuestos o rescate) a la celebración de elecciones regionales o la patética imposibilidad de llegar a acuerdos y pactos que reclamamos la inmensa mayoría de los ciudadanos, incluidos los empresarios.
Segundo, reactivar el flujo de crédito a un sector privado fuertemente apalancado utilizando, quizá, la mejora en el acceso al mercado internacional de capitales que se conseguiría con un rescate país del tipo del que habla el presidente del BCE y canalizándolo a través de la nueva “banca pública” y no solo del ICO. Tercero, producir un “shock de oferta” a partir de la puesta en marcha simultánea de planes sectoriales de reactivación (tipo PIVE) y una reseñable bajada de cotizaciones sociales, a la que nos comprometimos en el Memorándum del recate financiero.
La crisis no ha acabado con nuestras capacidades, habilidades ni potencialidades. Pero si al estallido de una burbuja por sobreendeudamiento privado, añadimos una severa restricción pública y una prolongada sequía crediticia, tenemos asegurado un largo período de estancamiento. La política económica de este gobierno es muy continuista con la aplicada por el anterior desde mayo de 2010 ya que, en lo esencial, está dictada, desde la Unión Europea. Solo si rompemos con esa orientación, que nos ha sumido en esta segunda recesión a partir del tercer trimestre de 2010, podremos hacer realidad los deseos. De lo contrario, caminamos hacia una década perdida como advirtió la Presidenta brasileña esta semana. Y sabe de lo que habla.
26.11.2012 a las 13:42 Enlace Permanente
La duda es saber si no nos tendremos que adaptar a un proceso de parálisis económica, no tanto temporal como de cambio de ciclo, de sistema, que nos lleve a una situación asumida de depresión continua. No se toman decisiones, aunque sean artificiales, para reactivar, y pasarse de frenada nos puede llevar a dejar vacías dos generaciones. La de los jóvenes y la de los mayores de 50 años.
28.11.2012 a las 20:33 Enlace Permanente
yo veo bien los dos elementos que refiere para reactivar la economía. poner fin al bloqueo derivado del efecto precaución o miedo para reactivar el consumo en la economía y canalizar el rescate a través de la nueva banca pública, o de una nueva banca pública …
lo más lamentable de la situación es que todos los organismos internacionales hacen una previsión de crecimiento poco significativa para los próximos años pero todos eluden una y otra vez el verdadero problema, o uno de los verdaderos problemas, que son la base de cualquier crecimiento de la economía: el desempleo.
Obama, por decir algo, dió pasta a los bancos, mucha pasta, que se ha ido devolviendo y eso ha tenido un impacto en la economía. aquí no, aquí se han ido «ofreciendo cantidades» por parte del bce que no han servido para impulsar la economía. En Estados Unidos el objetivo era crear empleo. En Europa el principal objetivo del BCE debería ser crear empleo en España. siempre omiten esa situación. por decir algo. hablan de la reforma laboral. una reforma laboral en un escenario de recesión no tiene el impacto adecuado. despedir más barato en las actuales circunstancias no sirve para generar competitividad en la economía. las medidas que se están impulsando desde europa no sirven para generar competitividad de la economía.