2012
Rescate. 2ª parte. Por qué y cómo. (Publicado en Mercados de El Mundo)
A veces, los gobernantes se lían en cuestiones simbólicas como vincular “el orgullo patrio” al valor de la moneda, al saldo fiscal o a un rescate financiero. Otras, sencillamente se equivocan cuando miden los tiempos por sus urgencias electorales y no por las necesidades del país. Pero, sea como sea, casi todo el mundo asume que vivimos en el descuento de nuestro rescate por parte de la Unión Europea (de otra manera, sería inexplicable lo ocurrido estos días con la prima de riesgo y con la bolsa) una vez el BCE ha hablado, Alemania ha hablado e, incluso, lo ha hecho el Tribunal Constitucional alemán y nosotros seguimos necesitando, para llegar a fin de año, más dinero del que los mercados parecen dispuestos a prestarnos. Trazar un escorzo de autonomía a base de retrasar la decisión, a pocos puede engañar y a muchos enfadar aunque, la verdad, correr tanto como hicimos para el anterior rescate bancario y que varios meses después todavía no esté en vigor, teniendo Bankia como la tenemos, tampoco deja el pabellón de la gobernanza muy alto.
Ayudar al Presidente Rajoy a deshojar la margarita diciendo que España necesita el rescate es, a estas alturas, sumar la voz a un coro, aunque algunos lo pedimos ya a mediados de julio. El por qué, es muy simple: en lo que queda de año, necesitaremos dinero para refinanciar las deudas anteriores (públicas y privadas) y pagar las necesidades derivadas de los nuevos déficits, en cantidad muy superior a lo que los mercados financieros internacionales y nacionales están dispuestos a prestarnos, dado el elevado riesgo que, como país, representamos en este momento. Por tanto, como no tenemos un Banco Central al que decir que emita moneda con que financiarnos, como hace la Reserva Federal estadounidense, o declaramos suspensión de pagos, o pedimos ayuda a los amigos del euro que han arbitrado varios mecanismos, precisamente, para ayudar a países de la zona con este tipo de dificultades de liquidez.
De hecho, sería algo conceptualmente similar al programa de asistencia para la recapitalización de los bancos españoles que se aprobó antes del verano (¿para los bancos si, para los ciudadanos, no?), aunque en ese caso se intenta que los préstamos finalistas no cuenten como deuda pública (contabilidad creativa) y en el segundo rescate, préstamo presupuestario, sí computaría.
Lo ineluctable del segundo rescate deriva de dos hechos incuestionables: se ha cerrado casi totalmente la financiación internacional a España en espera de tiempos mejores en los que no se cuestione tanto nuestra solvencia (no entra dinero nuevo, además, de que sale dinero en busca de refugio en el exterior) y, por otra parte, nos cuesta mucho cumplir los objetivos de déficit público porque los ajustes realizados deprimen la economía, con ello hacen caer los ingresos públicos, alejando la posibilidad de cumplir con el déficit por mucho que recortemos los gastos. Si nadie varía el rumbo del transatlántico, el rescate está en la única ruta trazada, dentro de esa espiral depresiva.
A partir de ahí, uno puede oponerse al rescate, como también puede oponerse al anochecer, o a la llegada del invierno. Pero considero más útil, incluso desde la oposición, plantearse tres cosas: que tipo de rescate será, a cambio de qué y, sobre todo, qué haremos con el dinero del rescate. Empezando por lo primero: no será un rescate como el griego o el portugués. Allí, la troika formada por la Comisión, el BCE y el FMI han juntado dinero que prestan, por tramos, a los Gobiernos como su única fuente de financiación, a cambio del cumplimiento de una serie de condiciones que supervisan periódicamente. Este modelo, donde la troika sustituye al mercado en el crédito-país, como desplaza, en parte, al Gobierno nacional, no es posible en España aunque solo sea por una cuestión de tamaño: el dinero necesario para suplantar totalmente la financiación del mercado, está muy por encima de lo que la troika está dispuesta a poner.
Para España, pues, se ha tenido que diseñar otro esquema que pretende estimular al mercado a mantener la financiación, ofreciendo garantías complementarias a las del país en forma de intervención directa comprando deuda si las cantidades o los precios del mercado sobrepasan determinados baremos, por arriba o por abajo, al estilo de cómo funcionaba la banda de fluctuación en el viejo sistema monetario europeo.
Este esquema, que mantiene al país saliendo a los mercados, utilizará dos instrumentos comunitarios y no solo uno como se ha dicho hasta ahora: el BCE y el MEDE. El primero, comprando deuda en el mercado secundario, que es lo único que legalmente puede hacer, mientras el segundo intervendría comprando en el mercado primario de deuda, si hace falta. Sin esta última garantía, las operaciones monetarias de compraventa del BCE, como reconoce en su propio comunicado, “no serían eficaces”. De ahí la importancia de la sentencia del Constitucional alemán sobre el MEDE.
La condicionalidad de esta actuación complementaria sobre los mercados de deuda de la tenaza BCE-MEDE, deberá obligarnos a satisfacer los compromisos pactados de déficit. Y debido a que están ya en riesgo de incumplimiento, no por las CCAA sino por el Estado Central y no por excesos de gastos, sino por caída de ingresos, harán falta medidas adicionales de ajuste este mismo año.
¿Podemos conformarnos con dedicar el esfuerzo de financiación suplementaria que supondrá el rescate, a compensar las caídas de ingresos o las desviaciones de gastos en los Presupuestos? ¿No ha llegado la hora de plantear nuevas medidas selectivas de reactivación económica que puedan ser financiadas con parte del dinero fresco del rescate? Ya que nos endeudamos, ¿por qué no pagar crecimiento con él, en vez de solo recortes? Constatemos que, cada vez más, desde el FMI, la OCDE y la propia UE se demanda políticas de reactivación si queremos soldar las rupturas sociales que la crisis ha abierto y, además, ayudar a cerrar las brechas presupuestarias utilizando los estabilizadores automáticos. Un debate en el Parlamento sobre este asunto, sí sería útil al país.