No se a ustedes, pero a mí, me resulta cada vez más difícil entender lo que pasa, utilizando solo las viejas categorías aristotélicas de causa- efecto. Es probable que tengamos que sacar al estructuralismo del baúl de los recuerdos, o acogernos a la más reciente teoría del caos, para entender el mundo complejo, interrelacionado e interactivo en que vivimos, donde todo influye sobre todo, todo se anticipa y todo se relativiza en medio de una sucesión de decisiones que nunca resuelven del todo, aunque casi siempre palien los problemas mezclando las técnicas de la patada a seguir, el parche provisional y las aproximaciones sucesivas.
Aunque no lo parezca, hablo de los acontecimientos de esta semana, que ha vuelto a ser “histórica”, tras la visita de la Canciller Merkel a Madrid donde, quizá, ha respaldado a Rajoy con algo más de entusiasmo (si esto es posible en ella) que a ZP en su anterior visita y después de que el BCE dijera que en lugar de prestar dinero a los bancos para que compren deuda pública en las subastas primarias, como se venía haciendo de manera esporádica, ahora las entidades financieras adelantaran fondos para comprarla e irán luego a vender dichos títulos al BCE. Es decir, si el rescate clásico consiste en que la troika presta dinero condicionado a los países sustituyendo al mercado, en el nuevo rescate español el BCE tratará de engañar al mercado cuando, previa condicionalidad, garantice la compra de deuda “en segunda mano” a aquellas entidades que previamente la adquieran en las subastas, sin indicar cuanto, ni a cuánto.
En esas condiciones, puede ser conveniente utilizar una especie de caleidoscopio en papel que, al ir dándole vueltas, nos ayude a ajustar los esquemas conceptuales interpretativos a esta realidad proteica que nos rodea e inunda. Para ello, les ofrezco tres cristales o puntos de vista sobre la realidad para que ustedes se puedan formar sus propias combinaciones.
El primer cristal contiene un cierto aroma moral. ¿Quién es responsable de la situación de sobreendeudamiento en que estamos y a la que podemos considerar la madre de todos los problemas actuales? Si arrinconamos las respuestas enlatadas de “la culpa es del mercado” o “la culpa es del estado” o, todavía más “la culpa es de Zapatero, o de Aznar”, que ayudan a la confrontación partidista pero no a entender ni a resolver, tendremos que reconocer que un fenómeno tan global como este (recuerden las hipotecas subprime en USA) debe de tener algo de sistémico, es decir, algo consustancial a un sistema capitalista con mayor capacidad para producir de la que tiene para generar demanda efectiva. El crédito, la deuda, cubriría así la diferencia entre lo que se compraría de acuerdo con los ingresos disponibles y lo que necesita el sistema vender para seguir funcionando al nivel acostumbrado.
Responsabilizar al sistema ayuda a entender que este tipo de crisis no son cisnes negros, sino algo consustancial como las burbujas al cava. Pero necesitamos dar un paso más: es evidente que quien asume un crédito por encima de lo que puede devolver, es responsable, pero no más que quien lo concede, sabiendo o debiendo saber, el elevado riesgo que asume al valorar la solvencia del cliente con tanta flexibilidad. Dicho de otra manera, cuando Alemania exige a determinados países que “purguen”, en forma de sacrificios elevados, las culpas por sus excesos pasados, no recuerdo que ningún banco, alemán o no, denunciara, en su momento que había concedido esos préstamos bajo intensa presión o amenaza insoportable por parte del deudor. Más bien, todos recordamos el hecho de entrar en una sucursal a preguntar la hora y que te quisieran “colocar” uno o dos créditos.
Por tanto, cualquier solución que pretenda ser moralmente “justa”, es decir, asumible socialmente sin revueltas, debe incorporar sacrificios equitativos para todos y no, como se está haciendo, centrar los esfuerzos más duros en los deudores, para proteger los intereses de los “esforzados” acreedores.
El segundo cristal contiene datos sobre el reparto proporcional del problema. Toda la política europea de defensa del euro, austeridad y reducción del endeudamiento está centrada en lo público. Los objetivos son de déficit público, las medidas de recorte son sobre los Presupuestos públicos y la condicionalidad se centra en políticas públicas. Pero en España, el 70% de la deuda total es privada (familias y empresas) y esta realidad, diferente a otros momentos o a otros países, debe afectar la manera de abordar la cuestión. Con nuestra política económica, estamos priorizando reducir la deuda pública (30%), a costa de empeorar la situación de familias y empresas, haciéndoles más difícil que puedan ellas devolver su propia deuda (70%). Dinero que el sector privado español debería estar dedicando a amortizar su propio endeudamiento, está siendo transferido, vía impuestos y recortes en gasto público, al Estado para que este pueda reducir el suyo.
El último cristal es bifronte: ¿cuando los problemas de liquidez, se convierten en problemas de solvencia? Que no tenemos liquidez, es una evidencia. Los mercados internacionales de crédito están cerrados y no hay un Banco Central que emita moneda para cubrir nuestras necesidades. Por eso, precisamente, recurrimos al rescate, para que alguien nos preste circulante aunque sea por caminos inescrutables. El problema es cuando las condiciones asociadas a este préstamo inducen una quiebra porque obligan a matar la gallina de los huevos de oro, es decir, el crecimiento económico. Entonces, estamos optando por la liquidez inmediata, al precio de un elevado riesgo de insolvencia a medio plazo.
Podemos quitarnos responsabilidades al decir que defender al acreedor frente al deudor, la deuda pública frente a la privada y la liquidez frente a la solvencia, nos viene impuesto por la realidad. Pero será una realidad construida por intereses distintos a los nuestros y más poderosos. Intereses de quienes pueden estar buscando oportunidades de negocio con los restos del naufragio que ellos mismos están propiciando. La verdadera batalla económica en Europa, creo, se está librando fuera de los focos y de las fotos. La pregunta es, ¿nos estamos enterando?