En octubre, rescate. (Publicado en El Mundo)

Propongo convertir en útil lo que parece inevitable, el rescate, anticipándonos a partir de la experiencia adquirida. Porque ya hemos pasado por esto. ¿Recuerdan lo malísimo, tabú, palabra maldita, que era pedir ayuda a  nuestros socios del euro para hacer frente a una reconversión bancaria para la que, solos, no teníamos dinero suficiente y cómo ha devenido casi en “un sablazo” como acaba de definirla el ministro Guindos? Pues empiezo a pensar que lo mismo sucederá con el rescate global como país, cuando aquellos que te consideran hoy un antipatriota si hablas de él sin demonizarlo, venderán sus grandes excelencias, después de que ocurra.

            Si los mercados financieros están cerrados para España y, como consecuencia, no hay dinero en la caja como expresó Montoro, es porque están a la espera de una intervención por parte de la troika comunitaria, considerada como inevitable ante la incapacidad mostrada por nuestro país para reorientar sus finanzas y su economía en una dirección que haga creíble que podremos pagar ese 270% del PIB de deuda que tenemos contraída. En ese sentido, la actual falta de liquidez, podría transformarse en problemas sobrevenidos de solvencia.

Los mercados (y las agencias de rating) ya se han dado cuenta de que en base, solo, a apretarse el cinturón, no seremos capaces de generar el ahorro necesario para honorar las deudas, ni privadas, ni públicas. Entre otras cosas, porque la estrategia de austeridad extrema conduce a círculos viciosos depresivos en los que cada vez es más difícil ahorrar, dada la importante caída de ingresos que acompaña a la recesión inducida por los recortes.

Poner orden en las cuentas y reducir gastos es, en todo caso, la primera etapa de una secuencia que debe conducir a recuperar competitividad, a crecer, a generar nuevos ingresos de los que saldrá la devolución de las deudas. Pero también resulta muy evidente que el salto de una fase (austeridad) a la siguiente (crecimiento) no se hace de manera automática, ni está garantizado si se nos va la mano con la austeridad recesiva. Si, como cada vez más gente defiende, incluyendo los mercados financieros,  necesitamos crecer para reforzar nuestra solvencia como deudores, hace falta medidas y políticas específicas orientadas a ello porque del puro recorte, solo sale menos crecimiento y no más.

¿Quién financia las necesarias políticas de estímulo? Pues como sucede en cualquier proceso concursal de cualquier empresa que se pretende hacer viable y no solo liquidarla, la reestructuración y el impulso a nuevas actividades rentables solo pueden proceder del dinero fresco, adicional, que suele acompañar la entrada de un nuevo socio/acreedor que reflota la empresa.

La empresa España necesita ser reflotada y los actuales accionistas no parece que tengamos capacidad de levantar, entre nosotros, ni en el mercado, el dinero necesario para ello. Hace falta, pues, recurrir a un nuevo socio que ponga dinero fresco: eso es un rescate, con la troika como representante del nuevo prestamista. Una parte de ese dinero debería ir dirigida a reestructurar la deuda vieja aligerando el coste que representa sobre el país. En ese sentido, por ejemplo, “el banco malo” en constitución por el rescate financiero aprobado, debería incluir entre sus pérdidas asumidas, una reestructuración con quita de los créditos hipotecarios abusivos sobre familias humildes, reduciendo el peso de la deuda sobre el sector privado español.

Pero también deberíamos utilizar el dinero fresco del rescate para impulsar crecimiento económico rentable y ganancias de competitividad que ayuden a recuperar nuestra capacidad de generar ingresos productivos. En concreto, propongo dos: debería financiar ya el descenso acordado de cotizaciones sociales para ayudar a las empresas, sobre todo, las exportadoras que están manteniendo la escasa actividad existente. En segundo lugar, debería servir para impulsar una especie de “planes renove” que reactiven sectores con gran capacidad de tracción sobre el conjunto de la economía como construcción, automóvil, turismo o agroalimentario.

Espero que el Gobierno esté pensando en este tipo de cosas para incluirlas en la negociación del próximo Memorandum que acompañará al eventual rescate al que nos podemos ver abocados tras el verano, donde el Tesoro va a tener que salir a buscar financiación por un monto próximo a los 90.000 millones de euros.

Si, además, la entrada de un nuevo socio que pone dinero fresco, ayuda a elaborar un Plan Estratégico de futuro para España y a que los accionistas, representados por los Partidos políticos parlamentarios, se vean empujados a dejar sus peleas al margen, en momentos tan difíciles como estos, alcanzando acuerdos y consensos, habríamos aprovechado una situación muy complicada, para darle la vuelta y salir con bien relativo. Porque la alternativa, que el rescate solo sirva para tapar agujeros preexistentes y acelerar los recortes de gasto para llegar a una aleatoria cifra de déficit público, me parecería totalmente rechazable, porque sería un sufrimiento inútil.