Seguro que todos, en algún momento de esta crisis, hemos pensado en la imagen de Nerón, tocando la lira, mientras ardía Roma. Yo, desde luego, lo he hecho, cada vez que desde 2008, nuestros representantes políticos se muestran más interesados en pelearse entre ellos que en unirse para resolver los complejos problemas que hemos acumulado. El ejemplo más reciente, paradigma de todo aquello que convierte a nuestra clase política en el tercer problema del país, la que se ha liado con la subida del no-IVA.
El anterior gobierno, dentro de su estrategia de consolidación fiscal aumentó dos puntos nuestro IVA, uno de los más bajos de la Unión Europea. Y el principal partido de la oposición, no solo se opuso en el Parlamento, sino que montó algaradas en la calle, con más insultos que argumentos. Unos meses después, quien era oposición, hoy es Gobierno y tras incrementar otros muchos impuestos, parece que ha decidido llegada la hora del IVA. ¿Y con qué nos encontramos?
En primer lugar, con el mismo pensamiento mágico que practicaba el anterior Presidente del gobierno: lo que no se nombra, no existe. Sin apenas relieve, en medio de una comparecencia sobre otro asunto, el Ministro de Economía habla de subir impuestos al consumo y todos entendemos que se refiere al IVA, aunque la palabra maldita jamás salió de su boca. Se hace, pero no se dice. En segundo lugar, que aquellos que se opusieron con dureza a la subida del IVA cuando la hizo un Gobierno de otro signo político, ahora miran hacia otro lado o, incluso, intentan no asumir su responsabilidad al culpar a la “herencia”, de tal manera que Zapatero no solo sería el artífice de la subida del año pasado, sino que también sería el culpable de esta.
En tercer lugar, aquellos que cuando eran Gobierno no encontraron otra solución que subir el IVA, ahora parece que se oponen a que sus adversarios hagan lo mismo que ellos decidieron hacer “por responsabilidad”. En cuarto lugar, que no se habla de lo que significa la medida, de por qué hay que adoptarla o de las alternativas que existen. Con datos, cifras y argumentos.
Nunca como hoy, el programa de los dos grandes partidos en España ha dependido menos de su posición en el espectro ideológico y más de su ubicación respecto al banco azul. PP y PSOE parece que son dos partido que hacen y dicen cosas distintas, cuando gobiernan y cuando están en la oposición, con argumentos, frases y expresiones intercambiables. Por ejemplo, ahora es Rajoy el que acusa al PSOE de “no arrimar el hombro”, después de una legislatura pasada en que ese era el principal reproche que ZP usó contra Rajoy.
Mientras tanto, fuera de ese matrix en el que parecen vivir algunos donde las cosas son en función de quien las hace, los problemas reales de la sociedad real se agravan: el paro sigue su ascenso, caminando inexorablemente hacia los seis millones; la bolsa y la prima de riesgo muestran que renace la desconfianza en una economía solo separada de la intervención por el BCE y la fuerte salida de capitales (128.000 millones de euros desde julio) evidencia lo vulnerable de la situación en que vivimos.
En una sociedad madura como la nuestra, todos los ciudadanos tienen muchas cosas en común y discrepan sobre otras muchas. La democracia permite articular ambos aspectos, ponderándolos en función de las necesidades del momento: a veces, hay que consensuar sobre las cosas comunes otras, discrepar presentando alternativas y aun otras, es obligado llegar a acuerdos partiendo de posiciones diferentes. Hoy estamos en esta última situación por mor de las dificultades de la crisis donde no hay blanco o negro, sino matices del gris. Pero si perdemos la racionalidad en el debate político y lo sustituimos por el marketing electoral permanente, quienes deberían encontrar soluciones, se convierten en parte del problema.
Me pareció adecuada la subida del IVA hecha por Zapatero y me parece adecuado plantearlo ahora en el contexto actual ya que, incluso si la Unión Europea diera una prórroga de dos años en la consecución de los objetivos de déficit, como pide Rubalcaba, tendríamos que hacer serios y consistentes esfuerzos de revisión de todos nuestros esquemas de ingresos y gastos públicos, que han hecho agua tras dos décadas acumulando problemas que quedaron encubiertos por los ingresos de la burbuja inmobiliaria.
Se argumenta, sin datos, que subir el IVA perjudicaría el consumo y, con ello, la recuperación. Creo que lo único que perjudica nuestro consumo privado, de verdad, es el paro creciente y los salarios menguantes. Y que en un contexto de baja inflación, como este, subir el IVA hasta la media de la zona euro, es adecuado. Se dice, también sin datos, que subir el IVA fomenta el fraude haciendo caer la recaudación. Bueno, los Presupuestos de 2012 no contemplan menos ingresos por IVA que los del 2011, a pesar de la anterior subida.
Sin embargo, considero una equivocación subir el IVA, sin más. Llevo tres años defendiendo que en esta crisis, nuestra mejor posibilidad de efectuar una devaluación interna de costes es bajando cotizaciones sociales y sustituyendo esos ingresos por una subida en una cesta de impuestos sobre el consumo, pero también sobre la riqueza y el patrimonio. Trasladar carga fiscal desde el trabajo, que se incorpora al precio de los productos, hacia factores que no traspasan la frontera, significa inyectar una importante dosis de competitividad a una economía necesitada de reactivar sus exportaciones y el turismo. El anterior Gobierno llegó a ofrecerlo durante el pasado verano a los interlocutores sociales para facilitar con ello un acuerdo. No pudo ser y no se hizo. Pero no podemos depender, en todo y para todo, del cristal con que se mira. Ahora, creo que hay cosas más importantes que las continuas peleas destructivas entre partidos, sobre todo si queremos articular un plan de reactivación y cerrar el paso a esa “marea azul” francesa, frente a la que no estamos vacunados.
27.05.2012 a las 08:39 Enlace Permanente
Comparto casi todo su artículo, excepto el que la subida del IVA fomenta el fraude haciendo caer la recaudación.
Ejemplo tipo: fontanero A y fontanero B.
El fontanero A es un honrado profesional y pasa precio de una reforma, precio: 100+IVA (IVA 18% supone un precio final de 118).
Nuestro fontanero B está trabajando en negro, porque las cosas vienen mal dadas y se ha visto obligado a darse de baja, no puede pagar su cuota de autónomos cada mes y seguros trimestrales, apenas llega a fin de mes. Pasa precio de la misma reforma: 100, sin IVA, señora, que no puedo facturarle.
Como ciudadano ideal y responsable, todos elegiríamos al fontanero A, más serio, más responsable, no defrauda y tenemos garantía con nuestra factura.
Como ciudadanos afectados por la crisis, que nos cuesta llegar a fin de mes, escogemos al fontanero B, más barato, y encima nos consolamos diciendo que le estamos echando una mano al pobre.
Consecuencia: El trabajo se lo lleva el Fontanero B, que no paga autónomos ni impuestos. Además, es un círculo vicioso, porque como está en negro, no necesita una asesoría (menos trabajo) ni prevención de riesgos laborales (menos trabajo) ni administrativo (menos trabajo).
Al final, sí que cae la recaudación, pero porque no se puede competir con alguien que ofrece, de entrada, un precio 18% inferior. Cada mes tienes menos faena, y tienes que seguir con los mismos gastos fijos.
No es ninguna teoría económica (los neoliberales, encantados de bajar los impuestos), es la vida real. Es la forma de superviviencia cuando nada más que te llegan cartas del banco y de la TGSS, etc etc.