No sé si reconforta, o asusta, el escaso nivel de los argumentos económicos en esta precampaña electoral. Tal vez sea porque los puntos de acuerdo son muchos o porque los estrategas han decidido dejar las principales propuestas sorpresa para la traca final, pero lo cierto es que en medio de la mayor crisis económica que recordamos, con una situación muy complicada y unas perspectivas entre malas y muy malas, quienes aspiran, con mayor probabilidad, a presidir el Gobierno de España, parece que han decidido hacer ruido, pero decir muy poco sobre el asunto.
Viendo lo que pasa en Grecia, Portugal, Italia o Irlanda más lo que está ocurriendo aquí en autonomías y ayuntamientos, la mayoría de ciudadanos sabemos que tras las próximas elecciones será necesario un paquete profundo de reformas estructurales en el gasto público, un cambio radical en los parámetros de nuestro modelo económico, otro drástico recorte en casi todas las partidas presupuestarias y un aplazamiento de rebajas impositivas generalizadas. Sin embargo, pareciera que el candidato con más posibilidades de ganar las elecciones será el que consiga decir menos sobre ello, jugando con medias palabras, dejando entrever, pero sin enseñar. Pidiendo, de hecho, un cheque en blanco, que contribuye a alejar a los políticos de los ciudadanos, haciéndonos lamentar la baja calidad de nuestra democracia.
Sufrimos una crisis económico-financiera que se transmuta continuamente conforme se vuelve inmune a las terapias aplicadas previamente. Ello hace que debamos estar pendientes de los cambios de síntomas, de intensidad y de dirección para ajustar las medidas a una situación en extremo fluida. Desde la teoría, se sigue discutiendo si estamos ante una Gran Recesión tradicional (Krugman) o ante una clásica Burbuja Especulativa por Sobreendeudamiento (Reinhart y Rogoff) porque ambos aspectos están entrelazados, aunque cada uno requiere un tratamiento diferente, en parte coincidente y, en parte, contradictorio.
Abordar el pinchazo de una burbuja especulativa alimentada por un sobreendeudamiento con apalancamiento, exige articular las diferentes medidas en torno a dos ejes: uno, recortar gastos e incrementar el nivel de ahorro que permita reducir el endeudamiento, otro, repartir el coste de las pérdidas asociadas a los activos sobrevalorados entre los propietarios y los prestamistas. Recordemos que hemos vivido un episodio agudo y generalizado de préstamos, aupado por un exceso de liquidez desregulada, que no solo ha situado el precio de la vivienda muy por encima de lo que marcaría el mercado, sino también el de otros activos, algunos bursátiles, cuyo reajuste actual a la baja conlleva pérdidas que se disputan los acreedores y los deudores. Este hecho explica el momento por el que está atravesando “la cuestión griega”, con dudas sobre si el país se declara en quiebra y pierden todos los acreedores o si sólo se introduce una refinanciación con quitas, dentro del paquete global de recomposición del ahorro nacional.
Por contra, si pensamos que lo definitorio de la situación es una Gran Recesión por insuficiencia de demanda efectiva provocada por una elevada incertidumbre que paraliza decisiones de consumo o de inversión, entonces debemos favorecer inyecciones selectivas de gasto público para reactivar la actividad e ir devolviendo confianza a los mecanismos del mercado, hoy bloqueados por el temor, como se muestra en la sequía existente de nuevo en el mercado interbancario cuando no es liquidez, precisamente, lo que falta en el conjunto del sistema, sino circulación de la misma. Este enfoque explica la paradoja de que una crisis provocada por excesiva deuda (privada) se combata, a corto plazo, con más deuda (pública).
Ambas visiones confluyen en elevadas tasas de paro, asociado a pérdida de riqueza en medio de una larga etapa de estancamiento y en un sistema financiero convertido en columna vertebral dañada que a penas sostiene al conjunto de la economía. Y ambas estuvieron presentes la pasada semana en la discusión habida entre los ministros del ECOFIN y el Secretario del Tesoro americano respecto a cuál debe ser la estrategia más adecuada para salir de esta coyuntura. Seguramente las realidades actuales de EE.UU y de la UE son distintas porque se encuentran en una fase diferente de la crisis y ello, quizá, fuera suficiente para explicarla. Pero, también, hay puntos de vista encontrados, incluso en la vieja Europa, donde no todos estamos convencidos de que la obsesión alemana por el déficit ajeno, nos vaya a conducir a buen puerto.
Pues bien, nada de todo esto aparece, de momento, como opciones alternativas en los relatos de los candidatos españoles, como si el reciente acuerdo sobre la reforma constitucional actuase como un manto que solo dejara al aire pequeñas diferencias concretas sobre el impuesto de patrimonio o sobre repetidas rebajas fiscales para emprendedores. Asuntos sobre los que quiero puntualizar dos cosas: primera, el mayor problema de nuestros emprendedores no son los impuestos, razón por la cuál, las rebajas hoy prometidas, son perfectos, reiterados e inútiles brindis al sol.
Segunda, el equilibrio presupuestario se puede obtener de varias maneras. Por ejemplo, Alemania tiene un gasto público por habitante superior al nuestro, pese a que su déficit público es menor, porque su ingreso público por habitante también es mayor. Ninguna estrategia sostenible de consolidación fiscal en España se podrá abordar sin incrementar los ingresos públicos, bien haciendo pagar más a los que ya pagamos, haciendo pagar más a los que no pagan todo lo que deben (fraude) o suprimiendo la discriminación actual entre quienes, legalmente, pagan menos según tributen como personas jurídicas, en lugar de físicas o/y de que sus ingresos provengan de rentas del capital en vez que del trabajo. Con la recuperación del impuesto de patrimonio nos situamos en la primera opción, eludiendo otras propuestas más justas, aunque más arriesgadas.
En ambos temas, se evidencia un deseo explícito de los dos candidatos principales de apelar al voto emocional, no racional, sin desvelar ninguna de esas “soluciones” que dicen tener, pero que siguen sin concretar, más allá de un conjunto de lugares comunes. ¿Es esto todo lo que tienen que ofrecer para crear cinco millones de puestos de trabajo, en el difícil contexto mundial de hoy?
28.09.2011 a las 23:22 Enlace Permanente
Creo que los ciudadanos nos merecemos algo diferente que los mentirosos irresponsables que nos gobiernan en el estado, en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos. Es evidente que en la situación en la que estamos no hay más remedio que hacer recortes sociales en educación, en sanidad y en otros servicios sociales. Y si no, será aún peor. Se puede discutir cuánto, en qué y como pero decir lo contrario como afirman los candidatos de casi todos los partidos es tener mucha caradura. El numerito de hoy de sus compañeros de partido y las tonterias que dice Rubalcaba son igual de estupidas que las declaraciuones de algunos líderes del partido popular o que las groserias de Esperanza Aguirre llamando vagos a los profesores. Eso si, antes de hacer esos recortes que desgraciadamente hay que hacer hay que eliminar cientos de millones de subvenciones a empresas de amigos, sindicatos, patronales, fundaciones de partido, y desmontar cientos de chiriguitos públicos y pseudopúblicos que financian los presupuestos del estado, de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos . Y también sería necesario cambiar el sistema fiscal totalmente injusto que han montado vdes haciéndolo menos regresivo y tomarse en serio lo del fraudes fiscal. Esto último no se hace en dos dias y yo soy pesimista respecto de que el partido que gane.lo aborde. Los ciudadanos decentes vivimos rodeados de vividores y sinverguenzas que encima piensan que somos tontos y no nos enteramos de lo que hacen y de lo que no hacen…! Ya está bien!
28.09.2011 a las 23:47 Enlace Permanente
Japón ha experimentado un cierto grado de recesión o fase de crecimiento lento durante los últimos 20 años. Yo diría que el «problema» de Japón es que el país ha entrado en una fase final en el que el país está «listo» sin más posibilidad de crecimiento, pero los japoneses no saben cómo vivir en un país ya crecido. La misma situación se encuentra en Europa, es decir, de Europa Occidental. El salto cuantitativo de la industrialización ha llegado a su final. La económía se desarrolla solo en el aspecto cualitativo, se hace diferente, mejor, pero no crece, no se hace mas grande. Se trata de una cuestión semántica de si este desarrollo se incrementará o desarrollará. La política economía produce menos horas laborales que antes, pero hacer el trabajo - durante largas horas y las vacaciones cortas - no es a lo que debemos aspirar. Debemos aspirar a ser felices, repartir mejor las riquezas y conformarnos con lo que tenemos, lo que se ha alcanzado. Crecer mas se hace muy dificil, desarrollarse puede ser infinito.
Europa debe tener las oportunidades para una vida relajada y de abundancia material. Suficiente para garantizar su propia comida, la vivienda y energía, la industria será capaz de producir todo lo que la gente razonablemente requiera. Todos los países deben tener la oportunidad de por lo menos acceder al nivel de consumo, que está en sus posibilidades propias de producción. El comercio internacional puede mejorarlo, pero no debería debilitarlo. Algo funciona muy mal cuando la falta de competitividad en relación con el resto del mundo empobrece a Europa comparado con el proteccionismo europeo.
Los Políticos y economistas deberían concentrarse mas en hacernos felices. que es lo que realmente queremos, en vez de hacer crecer la economía y que la mayor parte de los beneficios se lo lleven unos pocos.
En Europa no debe ser ninguna preocupación el nivel de vida material, cuantitativo, como tampoco la calidad de vida. Hay que saber vivir en la abundancia sin desperdiciar los recursos ni la vida misma. Hay que vivir para ser felices y no solo para ser instrumentos y números estadísticos de una economía eternamente en crecimiento.
30.09.2011 a las 04:22 Enlace Permanente
Y no le parece que un primer paso para salir de este embrollo es cambiar de gobierno? El PSOE se ha desgastado hasta los tuétanos en estos ocho años, por salud nacional hay que renovarlo. ¿Este, no es un motivo suficiente en economía, como el de la confianza?
A veces las disertaciones en temas económicos, como la suya, parecen relatos literarios con buenos, víctimas y malos. El PSOE es una víctima, por supuesto.