El impacto generado por la breve visita a España de la canciller alemana Merkel en el contexto de una reunión bilateral de trabajo, nos ha cogido todavía con la foto del acuerdo sobre la reforma de las pensiones en la retina. Con apenas un día de diferencia, se ha visualizado con claridad el cuadrante interactivo en que se enmarca la acción del Gobierno desde el pasado mes de mayo. Un cuadro de mandos con cuatro entradas, tomadas de dos en dos, que permite entender el difícil equilibrio inestable en que se toman las decisiones fundamentales que van a determinar nuestro futuro colectivo en los próximos años.
Dos de las entradas del cuadrante tienen que ver con las dimensiones externa e interna de nuestra política. Si en los últimos tiempos y, sobre todo, desde nuestro ingreso en la Unión Europea, se ha dicho que la separación entre lo de dentro y lo de fuera del país se iba difuminando conforme se profundizaba la integración europea o el proceso de globalización mundial que está detrás de la actual crisis financiera, los últimos tres años han representado un alzamiento de la frontera que vuelve a separar ambos vectores.
La renacionalización experimentada por el conjunto de la Unión que ha devuelto a los Estados Miembros el protagonismo que, poco a poco, habían ido cediendo a la Comisión, ha coincidido con otros dos hechos que refuerzan, en el caso de España, la recuperación de esa brecha entre ambas perspectivas: el ingreso en el G-20 y, sobre todo, nuestra gran exposición exterior como consecuencia del intenso proceso de internacionalización de las empresas españolas, unido a la gran dependencia de la financiación exterior que nos ha dejado el anterior modelo de crecimiento, en crisis.
Las otras dos entradas del cuadrante son más clásicas: la dimensión político partidista y la puramente económica que no han coincidido desde, al menos, que ha empezado la actual recesión. A partir de ahí, veamos como han jugado los cuatro puntos del cuadrante.
Desde el binomio Economía- Externa, la prioridad es cumplir las exigencias de unos mercados financieros que, en buena medida, suplen con su presión, las carencias institucionales y políticas de la Europa del euro. En ausencia de un mercado de eurobonos, que acabaría con la especulación contra países individuales y sin mecanismos comunitarios que garanticen las exigencias del primer contribuyente, Alemania, para los países periféricos en dificultades, los mercados han impuesto, con su nada ciega actuación, medidas duras, difíciles y, en algunos casos injustas, orientadas a un único fin: recortar gastos, aún limitando derechos, como mecanismo para asegurar la devolución de los prestamos que nos han hecho y nos hacen y de los que, por otra parte, viven.
Esas medidas, sin embargo, entran en contradicción con lo que exigiría el binomio Economía-Interna, cuya máxima prioridad debería ser recuperar el crecimiento económico, la creación de empleo y el refuerzo de la cohesión social: Todo lo cuál exige, en situación de crisis profunda como esta con fuerte retracción del consumo y de la inversión privadas, de un activismo público presupuestario incompatible con las exigencias del cuadrante anterior. Además, la lógica de este cuadrante llevaría a primar la reactivación del crédito financiero a corto plazo a la economía real frente a las exigencias de mayor solvencia, impuestas por el binomio anterior.
Si analizamos ahora el par Política – Externa, nos empuja a presentar una imagen de fuerte unidad nacional, detrás del proyecto “ortodoxo” tan querido por los mercados y por Alemania. Eso ensancha la fortaleza percibida desde fuera, la garantía de que se aprueben las medidas desde una mayoría parlamentaria y social suficiente, ayudando a rebajar el riesgo país que mide, también, los vaivenes políticos percibidos a futuro. Sin embargo, analizado el cuadrante definido por el binomio Política-Interna, prima la confrontación sistemática entre los dos grandes partidos por ganar la posición frente a los procesos electorales. Así, la ausencia del PP de la foto sobre el pacto de pensiones y, a la vez, la absurda visión de la visita alemana como “examen” a un país “intervenido” por culpa de un gobierno “insolvente”. Desde las exigencias del cuadrante tercero, esta pelea de patio de colegio en que deviene el cuadrante cuatro, debilita, ante los mercados, la seriedad de nuestros esfuerzos nacionales.
Encerrados en nuestro país como único juguete y haciendo, sólo, lecturas internas de todos los asuntos, incluso los externos, corremos el riesgo de devaluar la importancia de adoptar, conscientemente, aquellas medidas adecuadas que nos permitan no perder pie ante los profundos cambios de escenario que se está produciendo ya: una salida de la recesión a dos velocidades, con una mayoría de países que ya han superado las dificultades y, en consonancia con ello, la reactivación de las tensiones inflacionistas en el mercado del petróleo y otras materias primas, con los consiguientes riesgos de provocar tensiones adicionales en el mercado de dinero, sin descartar subidas en los tipos de interés.
Equivocarse de cuadrante, o establecer un orden de prioridades equivocado entre los mismos, nos puede abocar a una de estas dos situaciones, poco recomendables ambas: una recaída en la recesión vinculada al cumplimiento estricto de los planes de austeridad públicos y privados orientados a cumplir con los mercados a toda costa o, de forma alternativa, conformarse con una perspectiva de varios años con un crecimiento lánguido, constreñido por la ausencia de crédito y de demanda, incapaz de desentrañar la madeja de la elevada tasa de paro por mucho que se adopten paquetes de medidas ineficaces o/y insuficientes, para aparentar combatirla.
Los manuales suelen enseñar que la política económica, para ser eficaz, debe disponer, al menos, del mismo número de instrumentos que de objetivos, porque no resulta fácil atender a dos objetivos con un solo instrumento. Pero no dicen nada de cuando nos enfrentamos a un cuadro de mandos cargado de instrumentos contradictorios, destinados a hacer frente a objetivos que no se explicitan porque bailamos entre ellos en función del cuadrante en el que nos situemos en cada momento. Problemas de la complejidad.
08.02.2011 a las 23:12 Enlace Permanente
De complejidad y de fuerzas contrapuestas. Jodido asunto.
Al final la crisis nos está recordando todas y cada una de las contradicciones de la Unión y sus diferentes economías.
Honestamente solo veo una solución. Avanzar en el recorrido europeo hacia una unión real lo más ampliamente asumible por todos. Eso o la unión no va a poder soportar las tensiones que indica. Tarde o temprano la presión que está ejerciendo Europa sobre algunos países de esa segunda velocidad va a propiciar que suba la tensión en ese cuadrante interno. O lo que es lo mismo, hay tres formas en las que pueden terminar plasmándose los mandatos europeos en determinados países. Uniéndose las diferentes fuerzas a nivel interno y planteando el mismo objetivo común ( con el desgaste social y económico que eso conlleva para algunos países), llegando a la conclusión de que ese objetivo es irrealizable o terminar polarizándo a los diferentes partidos de cada país en entredicho hacia una u otra postura. Personalmente ninguna de las tres me convence.
Creo que la solución está en que esa Europa de segunda velocidad empiece a plantear sus posturas en el seno de Europa y termine forzando una solución de consenso. Eso, o va a ser complicada la continuidad; pero para eso necesitamos que algún país aglutine esas reivindicaciones. O Alemania y Francia empiezan a tener empatía, o la muñeca va a terminar en el río, no sin antes montar varios cristos a nivel interno en varios países.