Cuando los políticos son un problema. (Publicado en Mercados de El Mundo)

Escrito a las 5:11 pm

Hay cosas que solo pueden hacer los políticos a través de las instituciones públicas y cuando no las hacen, el conjunto de la sociedad se resiente al quedarse por debajo del desarrollo posible. Pues bien, en España, estamos muy cerca de experimentar un bloqueo político institucional que estaría afectando, de manera negativa, a nuestras perspectivas de crecimiento, creación de empleo y bienestar colectivo.
            No hablo de una cuestión que pueda resolverse mediante un cambio de Gobierno o, incluso, de partido en el Gobierno, sino de problemas varados por la contradicción entre un sistema constitucional diseñado para el acuerdo sobre cuestiones básicas y una lógica partidista –en ambos grandes partidos- que basa sus expectativas electorales en abrir abismos de confrontación sistemática, a menudo, más ficticios que reales.
Entiendo por bloqueo un mal funcionamiento de las instituciones inducido por un atasco en las relaciones político partidistas, con el resultado de paralizar decisiones privadas básicas para el buen desempeño del país. Hay muchos países que han pasado, en épocas recientes, por sistemas políticos bloqueados: Italia, Japón, Holanda… En estos casos, el atasco de las decisiones políticas suele provenir de incapacidad de sus políticos, de una corrupción generalizada e institucionalizada o por falta de adecuación, en un momento dado, entre los intereses electorales de sus líderes políticos y las necesidades generales del país.
Algunos datos, reiterados por todas las encuestas, refuerzan esta hipótesis para España: que los políticos son vistos como el tercer gran problema del país; que existe una crisis de liderazgo político  cuando los principales responsables, tanto del gobierno como de la oposición, concitan mucho mas rechazos que adhesiones, incluso por parte de aquellos que reconocen ser votantes suyos y que el descontento con el gobierno se acompaña de una decepción, también, con la oposición, lo que introduce al sistema en un cul de sac.
Los ciudadanos parecen estar diciendo que se han dado cuenta de que sus políticos no solo carecen de interés en garantizar el normal y adecuado funcionamiento de las instituciones constitucionales, o que se esfuerzan demasiado en forzar peleas constantes y continuas sobre todos los asuntos posibles, sino que tampoco muestran predisposición a impulsar reformas estructurales imprescindibles como la de la Justicia, la educación, el sistema energético o la sanidad cuando sin estas reformas, necesariamente pactadas, las posibilidades de mejora colectiva del país quedan seriamente mermadas.
En situación normal, la ausencia de voluntad o de ambición para impulsar este tipo de reformas ya seria objeto de legítimo reproche entre los ciudadanos. Pero todavía más cuando no vivimos una situación normal, sino la mayor crisis económica de la democracia que amenaza con arrastrarse, durante demasiado tiempo, en forma de perdida de oportunidades y paro estructural. En estas horas difíciles, anteponer los intereses electorales de partido tal y como los entienden sus dirigentes actuales, a los generales del país, es lo que convierte a la clase política española en un problema, percibido como tal por los ciudadanos.
Por poner un ejemplo claro, los graves problemas que hemos vivido en los últimos meses por culpa de las incertidumbres existentes en los mercados financieros internacionales respecto a la solvencia de España  y que han afectado de manera tan negativa a la financiación de la deuda publica y privada, se hubieran paliado mucho de haber existido un gran pacto nacional de lucha contra la crisis y por la recuperación de la economía, articulado entorno a un conjunto de medidas y reformas comprometidas y aprobadas por, al menos, los dos grandes partidos nacionales del país. De haberse conseguido esto, tal vez no hubiera hecho falta congelar las pensiones o recortar, tanto, la inversión publica, estando más próximas las previsiones de un crecimiento cercano al potencial.
Desde este punto de vista, la ausencia de un acuerdo político entre partidos e instituciones, esta perjudicando nuestro desempeño económico a corto plazo. Pero también a medio y largo cuando vemos como se eternizan reformas dinamizadoras como las de la justicia, la universidad, el sistema autonómico o las políticas de innovación y formación que ningún gobierno solo puede sacar adelante, que tan decisivas son para el desarrollo del país, pero en las que la sociedad civil no puede sustituir a la iniciativa publica. Así es como la dinámica social, las capacidades individuales y los potenciales colectivos, se ven bloqueados por ausencia de impulso reformista proveniente del sector político institucional.
La verdad es que empezamos a apercibirnos de los problemas generados por un mundo donde los problemas se sitúan a escala global mientras seguimos buscando las soluciones dentro del viejo ámbito de los Estados- nación,  más o menos coordinados por instituciones informales como el G-20 o insuficientes como la UE. Pero de lo que hoy hablo es del problema adicional que plantea una estructura política nacional que no está a la altura de las necesidades y posibilidades del país, porque el exceso de partidismo mal entendido, pone en riesgo el potencial de desarrollo endógeno.
Entonces es cuando la incertidumbre y el pesimismo se instalan en la sociedad, trasladando el resentimiento frente a los políticos y a la política en desafección respecto a las instituciones democráticas abonando el terreno para la aparición de populismos autoritarios de todo tipo. También de esto hay amplia experiencia histórica en multitud de países, incluso actuales.
A veces, la sociedad civil es tan fuerte y las condiciones del momento tan especiales, que el bloqueo político no tiene apenas repercusión negativa sobre el desempeño económico. Se produce una especie de dualizacion según la cual la vida política  del país transcurre por un lado mientras que la económica, social y cultural lo hace por otro. Pero en otros momentos o en otros países con mayor dependencia por parte de sus organizaciones privadas respecto a decisiones públicas, el bloqueo de las reformas instituciones y de políticas básicas, repercute en una merma apreciable de su desenvolvimiento económico y social. Entonces, es cuando los políticos son percibidos como parte del problema, al no verlos como parte de la solución. Así estamos y así nos va.

2 comentarios

001
Nicolás
18.10.2010 a las 21:23 Enlace Permanente

Eso debe pasar en la izquierda de este país porque la derecha está encantada de haberse conocido y de que las cosas vayan de culo. Los políticos problema deben ser solo los de izquierdas porque los del otro sector están cumpliendo perfectamente con el plan trazado y sus votandes muy satisfechos.

¿Por cierto Jordi, para que quiere pactar el PP si así ya le va bien?

002
tu anciana abuela
26.10.2010 a las 21:30 Enlace Permanente

Nicolás: Nadie está contento con que vayan mal las cosas. Todos tenemos hijos -o nietos- en el paro.

A nadie le va bien en el país, y, cada mes que pase Zapatero en la Moncloa, es un trimestre que se aleja una posible recuperación del País.

Pero la solución no la tiene el PP sino que debe venir de la propia izquierda.

Si recordáis, cuando la Sra. Thatcher dejó de ser la solución y empezó a ser el problema, sus propios compañeros de partido le dieron la boleta.

¿no va a haber nadie en todo el PSOE que pueda hacer las cosas mejor que Zapatero????

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