2010
Los bucles del tiempo platean mi sien. (Publicado en Mercados de El Mundo)
Los mercados bursátiles y financieros viven sumidos en más dudas que Hamlet. Saltando de un temor a un miedo, en busca de certezas imposibles de encontrar desde nuestra naturaleza humana, ahora dudan del crecimiento económico. O mejor, de su debilidad como consecuencia de los recortes puestos en marcha en el gasto cuando, hace pocas semanas dudaban sobre la deuda pública. Deuda pública desatada, a su vez, cuando se quiso hacer frente a sus dudas anteriores sobre la inestabilidad generada por el pinchazo de la burbuja creada entorno a la deuda privada.
Parece, además, que son fácilmente manipulables mediante rumores y bulos, tienden al catastrofismo tras la euforia desmedida, apostando entonces por la inevitabilidad del peor escenario, circulan por el ancho mundo sin necesidad de cayucos, condicionando la política económica de estados soberanos y el bienestar de ciudadanos desarmados. Y, la mayoría de las veces, ganan dinero. Mucho dinero. Porque se eso se trata. Déjenme contarlo a modo de cuento.
Había una vez un sistema económico cuyo objetivo era ganar dinero. Para ello, sólo atendía aquellas necesidades humanas a las que pudiera ponérseles precio y sólo para aquellos ciudadanos que pudieran pagarlos. Como esto dejaba a mucha gente, con derecho al voto, fuera del sistema por no tener recursos suficientes, desarrolló un sector público que atendiera las necesidades básicas de los más pobres. Durante mucho tiempo, la mejor manera de ganar dinero era fabricando productos que luego se vendían por una cantidad de dinero superior a lo que había costado producirlos. Como muy pronto la capacidad de producir creció más que la de consumir a pesar de ampliar mercados hasta alcanzar todo el planeta, desarrolló un sector financiero capaz de conceder créditos que facilitaran el acceso al consumo, incluso a personas con una capacidad de compra real por debajo de sus compras efectivas.
Abusando del mecanismo, el endeudamiento del sector privado creció desproporcionadamente y, con él, los precios de algunos activos que centraban la compra (vivienda). Cuando la distancia entre capacidad de compra y capacidad de pago se hizo tan grande que el riesgo de impago sobrepasó los límites, estalló la burbuja, se invirtió el proceso y llegó la crisis. Entonces, el Estado intervino en ayuda del sector privado tanto empresarial (créditos, avales, inversiones, capital) como familiar (gasto por desempleo). Este mayor gasto, unido a menores ingresos por causa de la crisis, provocó un déficit creciente.
Aunque en España, el origen del problema no puede situarse en la actuación del Estado y, a pesar de que el principal problema de endeudamiento a refinanciar se centra en el sector privado (nuestra deuda pública se sitúa entorno al 60% del PIB y la privada entorno al 160% del PIB, muy concentrada en sector inmobiliario), aquí hemos convertido al sector público en el centro de todas las polémicas y en la esperanza de todas las soluciones. Mientras en Estados Unidos se investiga presuntos comportamientos delictivos de gestores privados irresponsables, aquí todas las sospechas recaen sobre los políticos y cuando en todos los países se imponen medidas para controlar los escandalosos bonos de algunos directivos de empresas salvadas con recursos públicos, entre nosotros predomina rebajar el sueldo a los funcionarios.
Con ello no digo que nuestro sector público no merezca ser sometido a profunda revisión. Pero señalo que estamos equivocando el tiro por tres razones. La primera tiene que ver con la moralidad. Al golpear sólo al débil estamos reforzando un mensaje de impunidad respecto a quienes han tenido un comportamiento directamente responsable de nuestra recesión a la vez que lanzamos señales negativas sobre el sector público cuando, sin él, no tendríamos los niveles de equidad, bienestar, libertad y seguridad de que, a pesar de todo, disfrutamos.
La segunda razón tiene que ver con la eficacia. Las medidas que adoptamos, si son solo las que podemos y no las que debemos, nos llevaran a torear los problemas sin resolverlos. Si hay que reformar el mercado de trabajo o reducir cotizaciones sociales para recuperar competitividad, de nada sirve rebajar el sueldo de los diputados o suprimir ministerios. Estamos dando falsas soluciones a los problemas como en la Edad Media, cuando quemaban a una bruja, para combatir la peste.
La tercera razón, confronta democracia y mercados financieros internacionales. O mejor, autonomía política e intereses económicos. Y me sorprende que algunos, tan preocupados por la constitucionalidad del Estatut de Catalunya, no presten atención a esta limitación efectiva de la soberanía nacional, vía imposición de intereses particulares sobre los generales. El dinero, no tiene patria.
Los que recordamos la crisis del petróleo de 1974, las reconversiones industriales de los 80, los esfuerzos para acceder al euro, la crisis de 1992/93 o la menor del 2000, asistimos a un “deja vu” en muchos de los argumentos, razones y sinrazones con que vivimos las serias dificultades actuales. Nos hemos hecho mayores oyendo hablar del déficit público o la necesidad del copago en sanidad, los problemas de nuestra educación o nuestra justicia, las reformas estructurales o los problemas de nuestras pensiones, como si no hubiéramos aprendido nada porque no se debate, sino que se discute. Y quien debate, está interesado en escuchar argumentos para encontrar soluciones, mientras que quien discute, solo aspira a imponerse en base a chillar más fuerte.
Repito, estará bien suprimir coches oficiales, que los directores generales viajen en turista y que los funcionarios se lleven los folios de casa, en lugar de al revés. Pero después de este ejercicio de purificación en la hoguera, todos nuestros problemas seguirán igual que antes porque no es asunto de salvadores ni chivos expiatorios. O peor, porque una drástica reducción del gasto público reduce también el crecimiento de la economía y sin crecimiento, nos haremos viejos, con pensión reducida, escuchando como en un bucle temporal, una especie de Bolero de Ravel contra lo público. Mientras, siempre habrá quien seguirá ganando dinero. Cosas del sistema, cuando se autonomiza de las personas. O refundamos el capitalismo o el capitalismo nos recortará a su medida.
01.06.2010 a las 14:43 Enlace Permanente
Chapó.
Sorprende que, tanta gente, hayamos llegado a conclusiones similares de manera independiente. Los mecanismos que han producido esta crisis y la informacion sobre ella estan ahi, pero el discurso es complejo de articular y un poco técnico, lo que dificulta que se destile y que se oiga.
Pero hay que simplificarlo para explicarlo. Yo lo resumí en un post de Facebook, este 18 de mayo en: «Mercado financiero especula y se hunde (subprimes,2007). Estado salva al Mercado Financiero. Mas deuda. Menos prestamos de los bancos a empresas, crisis real. menos recaudación de los Estados. Crisis fiscal en los estados, mas deuda. Mercado financiero especula contra el Estado (deuda soberana, 2010). Estado recorta el Estado. Políticos desacreditados, menor gasto estatal, mas poder para el mercado. Gana la banca.»
En fin, hay que repetir que ha pasado hasta que se oiga.
01.06.2010 a las 19:18 Enlace Permanente
Totalmente de acuerdo, hay que encarar los problemas con valentía, proteger a los débiles, salvar el Estado del Bienestar, imponer la soberanía nacional y la democracia sobre los intereses del capital y frenar los ataques al Estado… pero por lo que respecta a la deseada refundación del capitalismo ¿quién le pone el cascabel al gato?
¿La izquierda ausente? ¿La Unión Europea? ¿Merkel? ¿Sarkozy? ¿San Obama?
Lo peor es que si algún valiente se ofrece, tendremos que pedir un crédito al Santander para poder comprar el cascabel a plazos en la Semana de Oro de El Corte Inglés.
Cuando nos hemos querido dar cuenta, el capitalismo más salvaje y avaricioso estaba ocupando todos los resortes del poder. Estamos atados de pies y manos porque tenemos que jugar con sus reglas, porque les hemos dejado imponerlas.
Cuando salgamos de esta hay que ponerse manos a la obra para evitar que esto vuelva a suceder.
01.06.2010 a las 21:07 Enlace Permanente
A mi esto de la bajada de los sueldos a los funcionarios creo que es pan para hoy hambre para mañana.
El gobierno se mete en el bolsillo de los funcionarios, nos quita nuestro dinero ya obtenido a través de los acuerdos y se retira con el botín a ver que cosa puede hacer con esos euritos.
Todo el mundo que lleva una casa sabe que lo que no es tuyo lo tienes que devolver, que si el vecino te deja una cebolla mañana sin falta cumples con el favor que en ese momento te salvó la tortilla de patatas, vamos así se hace en Carabanchel . Aquí todavía nos prestamos las cebollas.
Y ahí va mi pregunta.
¿Cuándo nos va a devolver Zapatero el dinero?.
Me huele y últimamente no hago más que decir me huele, por que como no sale el presidente a aclarar nada ni a dar explicaciones, pues una ya no hace mas que utilizar el olfato, pues como decía, me huele que no solo no hay devolución sino que esto sirve como bomba de oxigeno para los próximos años como medida de presión, para cuando todo el mundo esté puesto en la necesidad, ósea canino, las subidas sean de miseria y lastimeras.
Esta pregunta tan desagradable se la hacen la mayoría de los funcionarios, creo que todos.
Y como dice José Mota en sus esquech «hoy no, mañana».
Que lastima
Un saludo.
02.06.2010 a las 10:20 Enlace Permanente
Pues yo creo que la función pública requiere una revisión, pero un enfoque diferente a su EBEP. Pongo algún ejemplo:
1. Leo en muchos blogs a funcionarios que «ahora» plantean numerosas oportunidades de reducción de gasto superfluo. «Vaya noticia». Pero si esto ya lo sabíamos. Conclusión: siguen defendiendo sus intereses y no los de los ciudadanos a los que se deben. Hablando de administración general incluidos intervenciones, abogacías y asesorías, etc (cuerpos específicos requieren otra reflexión), sobran muchos funcionarios, especialmente grupos bajos que son lo que ganan mucho más que un trabajador privado de igual categoría y responsabilidad y los que quedan, que ganan mucho menos que un igual de la privada, deben tener una operativa mucho más adecuada a la realidad.
2. Nos quieren transmitir la idea que la bajada de sueldo repercutirá en el gasto que hacen y por lo tanto en la economía: Vaya machada. Primero, por lo general son personas habituadas al regateo (propio de nuestra administración) sacan el último euro desde su pedestal de cliente permanente. Segundo: puede ser importante el gasto que hacen, pero, ¿por que ellos y no otros?. Si su salario se paga con el objeto de que lo gasten, que sea rotativo entre diferentes colectivos o empresas. No me vale el argumento si bajamos el 5% dejarán de gastar.