La Comisión Negociadora del Palacio de Zurbano ha abandonado esta semana las altas cimas del Pacto de Estado para situarse en las más prosaicas del arbitrismo nacional. España es un país de arbitristas. De gentes que emulan a aquellos próceres que, en los siglos XVI y XVII, inundaban a la Monarquía absolutista con sesudos memorándum en los que diseñaban sus arbitrios o soluciones, casi mágicas, para todos los males de la patria.
Así, escuchando los ecos de las reuniones, resuena que para salir de la mayor crisis económica de nuestra historia basta con bajar unos impuestos por aquí mientras subimos otros por allá, resucitamos una especie de banca pública, recortamos algunos altos cargos y apostamos por un coche eléctrico que se mueva empujado por la fuerza de los vientos. Y abierto el melón, por qué no incluir un nuevo contrato todavía más precario para los jóvenes o reducir por Ley los plazos para abonar deudas para aquellos que, precisamente, no tienen dinero para pagarlas antes.
Es verdad que, junto a ello, hay otras cosas como el principio de la rectificación respecto al ladrillo o la extensión del nuevo contrato de fomento del trabajo indefinido en lo que parecen de acuerdo todas las fuerzas parlamentarias. Pero algunas dudas se plantean con el enfoque. La primera: ¿por qué no se le había ocurrido a nadie antes? O si se le había ocurrido, ¿por qué no está ya en vigor todo ello? La segunda: si con las rebajas en el IVA y en el IRPF para rehabilitación de viviendas se crearán 250.000 empleos, ¿cuántos se crearán con una rebaja mayor o más extendida? ¿Vendrá la reactivación a lomos de las rebajas de impuestos?
La tercera tiene que ver con el funcionamiento de los créditos del Instituto de Crédito Oficial (ICO). Bueno, en realidad, con los avales del ICO a créditos concedidos por un banco elegido, al parecer, por concurso público, sin que se conozca, de momento, si el análisis del riesgo lo hará el ICO o el banco comercial. Hablamos de créditos por un valor de 200.000 millones de euros, equivalente al 10% de los créditos anuales totales concedidos a las empresas.
Son todas propuestas encomiables, la mayoría razonables, casi todas útiles e incluso algunas, necesarias. Pero, como dijo Lluis Llach en una canción de la época, «no es aixó, companys, no es aixó». La apuesta grande para el país está ahora en otro sitio y las reglas para ganarla son otras, más relacionadas con el consenso constitucional que con la pelea partidista del momento.
Quizá por ello el catalán Sánchez Llibre ya ha dicho que esto no tiene nada que ver con su propuesta de Pacto de Estado y el vasco Erkoreka apunta que para hacer lo que hacen, mejor lo hacen en el Parlamento, como toda la vida. Dicho de otra manera, lo que ocurre en el internado de la calle Zurbano no tiene nada que ver con un intento serio de articular un Pacto de Estado que permita a España salir de la mayor crisis económica y social de su historia reciente. Los que teníamos en la cabeza los Pactos de la Moncloa no encontramos su reflejo, ni pálido siquiera, en estos Pactos de Zurbano que excluyen materias importantes, alejan interlocutores sociales y, sobre todo, buscan confundir proclamas con realidades.
Que algo no esté en el Polo Norte no quiere decir que esté, necesariamente, en el Polo Sur. El hecho de que discrepemos de cómo está planteando este asunto el Gobierno no quiere decir que estemos más conformes con cómo lo plantea la oposición. Porque los dos grandes partidos comparten ese espíritu arbitrista que entiende la sociedad como una especie de gran mecano, al que, de vez en cuando, hay que aplicar medidas de ingeniería como ajustar una tuerca, apretar un tornillo o cambiar una tubería oxidada para que todo vuelva a funcionar sin sobresaltos. Y no.
La realidad social se parece más a un organismo vivo, afectado por sentimientos, deseos y expectativas, que se organiza en instituciones que, a su vez, tienen vida propia, todo ello con sus propias reglas que provocan efectos no previstos, sin descartar los cisnes negros y las leyes del caos. Por ello, aunque existen incentivos que funcionan en situaciones normales, en momentos excepcionales como estos se requiere otro tipo de medidas también excepcionales. Las actuaciones públicas internacionales en defensa del sistema financiero, nuestro Plan E o la ayuda a parados sin subsidios, son ejemplos de esas cosas atípicas que deben hacerse en momentos extraordinarios. Pero no encuentro ninguno más.
Por tanto, digámoslo claro y pronto: si hubiera acuerdos rápidos y unánimes sobre todos y cada uno de los puntos debatidos en la Comisión Anticrisis, sería algo positivo. Pero no alteraría, de forma sustancial, las perspectivas de la economía española a corto y medio plazo.
Cuando nuestra disyuntiva como país se mueve entre aprobar un severo plan de ajuste que transmita a los mercados sensación de solvencia reforzada mediante recortes inmediatos del déficit público o, por el contrario, lanzar un vigoroso plan de reactivación y reformas de la economía española que nos sitúe pronto en tasas de crecimiento y de creación de empleo que refuercen nuestras posibilidades de devolución de la deuda acumulada, unos eventuales Pactos de Zurbano se situarían en un limbo intermedio entre ambas opciones. Y ése es su principal defecto: mucho boato para una cosa y demasiado poco contenido para la otra.
Analizando sólo los documentos repartidos y las declaraciones hechas, nadie diría que se corresponden con un momento histórico tan crucial como aquel en el que alcanzamos los cuatro millones y medio de parados, un déficit público de dos dígitos y una drástica pérdida de capacidad productiva que puede llevarnos a una década pérdida.
Daría más bien la impresión de que algunos siguen actuando como si estuviéramos ante una fuerte desaceleración cíclica y no ante una profunda crisis sistémica del capitalismo. El problema es el de siempre: cuando no hay harina (o alguien se la ha llevado), todo es mohína.
08.03.2010 a las 13:28 Enlace Permanente
¿Quienes firman este artículo?
08.03.2010 a las 16:21 Enlace Permanente
Mira, desde este lado, siempre llegamos a la misma conclusión (la mayoría me llamará demagoga): siempre perdemos los mismos. Y los que han provocado por activa o pasiva la cruel realidad de la que no podemos abstraernos, se van a casa en el mejor de los casos, con los bolsillos llenos como premio. Los demás, siguen ahí, jugando al mismo juego con la excusa- argumento de que, si no se se salva el sistema nos vamos todos a la mierda. ¿Aún no se han dado cuenta de que el sistema no funciona, al menos tal como estaba siendo aplicado en los últimos años?
Es necesaria una rebolución en todos los sentidos.
Y, si alguna cosa tengo que reprocharle al Presidente (y bien que me duele) es, que en los años previos no empezara a poner medidas para evitar en lo posible lo que nos ha llegado. Y lo tenían fácil, ya que sólo tenían que «echarles la culpa a los otros» cosa que, en el fondo y a mi entender, no deja de ser verdad.
Bueno, perdona el mitin.
Besos.
Queralt.
11.03.2010 a las 18:57 Enlace Permanente
Han cerrado el internado.
«Rebelión en las aulas».
Ver para creer.
Parece que nos sobra el dinero, la aptitud del PP es deplorable.
No me cabe la menos duda.
11.03.2010 a las 20:43 Enlace Permanente
Observo, me parece o, más bien estoy convencido de que un cambio importante se está produciendo desde hace algunos años.
El objetivo de una Empresa era, es y será : ganar dinero.
Antes, para conseguirlo era importante el objetivo: Satisfacción del Cliente. Ello repercutía en implementar políticas que favorecían el trabajo en la Empresa con inversiones de todo tipo.
Hoy en día se ha introducido un nuevo criterio en las Grandes Empresas que es prioritario: conseguir la satisfacción del Accionista.
Ello representa implementar políticas especulativas - vender humo - para conseguir unos resultados ficticios a corto plazo que justifiquen dividendos extra para los Directivos.
Esta es una de las causas de la crisis actual. En las Facultades de Económicas y Empresariales se imparten técnicas de actuación copiadas de EEUU que son antisociales y válidas temporalmente solo para unos pocos.
Este podría ser un buen debate que me gustaría verlo en TV con los mejores contertulios posibles. Valdría la pena.