Supongo que ya tenemos todos claro que no habrá Pacto de Estado para superar la recesión. Especialmente, si cada uno de los dos grandes partidos piensa que le resulta más rentable echarle la culpa al otro. Lo que veremos es el habitual baile negociador de una minoría necesitada de votos suficientes para sacar adelante las leyes, pero varios acuerdos parlamentarios parciales no sustituyen, ni por su ambición, ni por su extensión, ni por su contenido, a un Pacto de Estado. Al final, se ha impuesto la estrategia partidista de aguantar el chaparrón y esperar a que escampe. Y viendo el debate parlamentario de esta semana, uno se pregunta, ¿de verdad resultan tan incompatibles los programas económicos del Gobierno y del principal partido de la oposición? ¿Encarnan, realmente, dos vías alternativas e incompatibles hacia la tierra prometida?
Desde que Manuel Fraga, siendo jefe de la oposición, nos golpeara los oídos con «los dos modelos de sociedad», no había escuchado hablar tanto de programas económicos alternativos. Diferentes, sí. Con matices y énfasis distintos, sí. Pero, ¿radicalmente incompatibles? Tengo que reconocer que me cuesta verlo y creerlo.
Tanto el PP como el PSOE apoyan la presencia de España en el euro. Esto quiere decir que ambos aceptan delegar la política monetaria en el Banco Central Europeo, compartir la política del tipo de cambio con el resto de socios y asumir las condiciones de la disciplina presupuestaria que conllevan los Planes de Estabilidad.
Desde que el PP aprobó la ley del déficit cero, que el PSOE modificó ligeramente mientras presumía de superávits presupuestarios a pesar de la distancia en protección social respecto a la media europea, el estado de las cuentas públicas está más relacionado con la situación de la economía que con el signo del partido gobernante. La presión fiscal y el volumen de gasto público en relación al PIB han respondido en España más al ciclo económico que a opciones políticas distintas de Gobierno. Establecido que bajar impuestos es de izquierdas, y tras suprimir un Gobierno socialista el impuesto de patrimonio, incluso las diferentes reformas fiscales realizadas por unos y otros, resultan difícilmente distinguibles por razones ideológicas.
Es cierto que el PSOE ha subvencionado más las energías alternativas y anunciado el cierre de Garoña, pero el déficit tarifario de las eléctricas que se está pagando ahora lo aprobó el PP después de cerrar Zorita y firmar el Protocolo de Kyoto contra el cambio climático. En mercado laboral, fue el PP el que aprobó el contrato indefinido con 33 días de despido que, ahora, el PSOE propone extender. Y ninguno de los dos ha rebajado cotizaciones sociales ni ha podido reducir la temporalidad laboral excesiva, y además han gestionado las pensiones, hasta la fecha, mediante el Pacto de Toledo, aunque ninguno de los dos gobiernos ha cumplido la separación de fuentes. Respecto al Decretazo del PP que provocó la huelga general por recortar derechos sociales, se ha seguido manteniendo en vigor con el PSOE, incluyendo la supresión de los salarios de tramitación en caso de despido.
Ambos gobiernos comparten el discurso de la innovación (aunque seguimos saliendo mal en todos los indicadores internacionales), la educación (ninguna universidad entre las 100 mejores del mundo) o la sanidad, cuyo gasto ha crecido por encima de lo previsto tanto con unos como con otros, sin que se hayan adoptado medidas contradictorias en función del color político. Y, cuando ha llegado la crisis, han apoyado de mutuo acuerdo los planes de apoyo al sistema financiero, incluido el FROB o la inversión en los planes municipales. Cuesta mucho diferenciar sus apuestas a favor del AVE, su voluntad de contar con financiación privada en inversiones de infraestructura o los discursos respecto al incentivo del transporte de mercancías por ferrocarril o la aplicación de las directivas europeas de liberalización del transporte de pasajeros. Unos darán entrada a las Comunidades en los aeropuertos, mientras otros lo hicieron en los puertos.
¿A dónde quiero llegar? Es evidente que ha habido y que hay diferencias. Pero también mucha continuidad en las políticas y muchas cosas en común. Si nos atenemos a lo que hacen cuando y donde gobiernan y no a lo que dicen, podríamos concluir que en torno a un 60% de los objetivos e instrumentos de política económica son compartidos, hoy por hoy, tanto por el PP como por el PSOE. Y que las discrepancias están también muy condicionadas por la coyuntura política. En esta crisis internacional, el Gobierno socialista español ha compartido estrategias en el G-20 con gobiernos conservadores como el francés o el alemán, mientras la oposición popular propone cuestiones al Gobierno actual que no practicó cuando gobernaba ni hace en las comunidades autónomas donde gobierna.
Podemos decidir confrontar desde el 40% de diferencias existentes o impulsar acuerdos a partir del 60% que tenemos en común. Esas y no otras son las dos vías existentes hacia la prosperidad. En momentos de recesión y desánimo como los actuales, con una posición inestable en los mercados financieros y con riesgos serios de recaída y de perder posiciones en el ranking de competitividad internacional, parece más eficaz agotar las posibilidades del Pacto. No porque la situación sea gravísima o se le haya ido de las manos al Gobierno, sino porque las reformas que tenemos que llevar adelante para recuperar al país, despertando todas sus energías y potencialidades, son excepcionales y exigen una amplia colaboración institucional (CCAA) y una estabilidad temporal que sólo se puede garantizar mediante un gran Pacto de Estado que lance las señales reformistas adecuadas con la fuerza suficiente como para vencer las fuertes resistencias con mayor facilidad.
En ese contexto, cuando de lo que estamos hablando es de cosas de esa envergadura nacional, convertir la supresión de altos cargos, la subida del IVA o una ley de morosidad en asuntos que imposibilitan totalmente cualquier posibilidad de acuerdo entre los dos grandes partidos parecería de broma, si no fuera tan serio. Pero, tiempo al tiempo.
22.02.2010 a las 15:04 Enlace Permanente
Se ve que conoce muy bien el percal, y la verdad es muy previsible el final de la historia.
Pero si es interesante ver como en el momento en el que el PSOE mueva ficha, es decir , tome las medidas más odiadas por la población, que auguro será muy pronto (espero equivocarme) el PP vendrá a pillar la tajadita.
Que decepcionante es todo, y que espectáculo estamos dando a los jóvenes.
Yo, siento vergüenza ajena cuando veo Aznar, o a Esperanza Aguirre y como no a Rajoy con su discurso y gestos y chabacanería; pero me dan ganas de llorar cuando oigo a la ministra de la vivienda la Sra. Corredor, animando a la compra de una vivienda, vamos está señora, se despierta cada 4 meses y dice una sandez y vuelve a adormilar hasta volver a salir con la misma consigna.
No es por nada pero yo que ustedes me andarían con cuidado en las próximas elecciones, ya es demasiado tarde para demostrarnos que esto puede cambiar. Y si esto fuera a mejor, el daño ha sido irreparable.
Ya no quiero pactos ni triquiñuelas, que corten por donde tengan que cortar, que ya se tomaran las medidas necesarias.
¿o no?
Absolutamente decepcionada.
Magda