Abróchense los cinturones porque entramos en la segunda fase de la lucha contra la crisis económica. Al menos, eso dijo el presidente del Gobierno esta semana ante su grupo parlamentario. Una segunda fase que necesita más ritmo y, por ello, un nuevo equipo de Gobierno, suponemos que porque los anteriores iban demasiado lentos debido a su cansancio. Si la situación es de «emergencia» (sic), los ritmos tienen que serlo también, dentro de la legalidad, claro.
La pregunta del millón es, sin embargo, si además de hacer las cosas con más rapidez, energía y fotos, deben hacer los nuevos ministros otras cosas diferentes. Hay quien piensa que sí y ya le ha presentado al nuevo ministro de Fomento un detallado plan a favor de parte. Pero también Zapatero debe pensarlo cuando ha situado la acción del nuevo Gobierno bajo la égida de la concertación: social, territorial y política. Y esto, de llevarse a cabo, sí que representará un cambio de rumbo y no sólo de ritmo.
Me explico. El discurso ensalzador del diálogo social como instrumento para consensuar políticas económicas no es nuevo en el actual Gobierno. De hecho, no hacer recortes sociales a pesar de la crisis es una de las principales banderas esgrimidas desde el inicio de la desaceleración para diferenciarse del decretazo con el que el PP abordó el bache económico de 2001. Pero también de los duros recortes sociales y laborales aprobados por el último Gobierno de González en 1994, bajo la dirección de Solbes y Griñán, que, sin embargo, permitieron iniciar la recuperación un año más tarde. Evitar la convocatoria de una huelga general por parte de los sindicatos parece, además de algo saludable para la convivencia, una obsesión personal de Zapatero.
Pero a pesar de todo, resulta difícil citar alguna iniciativa de lucha directa contra la recesión que haya surgido del diálogo social. Incluso diría más, resulta difícil recordar cuál de las 80 medidas del Plan E, compendio anticrisis de acciones gubernamentales, ha sido acordada con los interlocutores sociales en las mesas de diálogo abiertas. Por tanto, llevar propuestas concretas de reforma económica o de medidas urgentes anticrisis a debate con sindicatos y empresarios para su aprobación, sería una novedad y no sólo un cambio de intensidad. El problema de esta estrategia, como sabemos en España desde el inicio de la democracia, es doble: por una parte, hasta dónde va a estar dispuesto el Ejecutivo a tirar de déficit público, desde sus abultadas cifras actuales, para engrasar el acuerdo; y en segundo lugar, qué hará el Gobierno si, considerando imprescindible alguna medida, no logra el acuerdo en las mesas.
Pero si hay algo que marcará una diferencia de orientación, y no sólo de velocidad, entre este y el anterior gabinete, es la búsqueda activa de una concertación territorial. Después de todo lo que representó el debate sobre la cuestión territorial en la pasada legislatura, el año transcurrido de ésta se ha caracterizado por una total desaparición del mismo en la escena política. Salvo por la insistencia catalana en hablar del nuevo modelo de financiación, el Gobierno actuaba como si las comunidades autónomas no existieran.Aprobó un plan de inversión municipal sin ellas y ni tan siquiera reunió a la Conferencia de Presidentes para sumar esfuerzos y concertar las políticas anticrisis, a pesar de que las comunidades gestionan la mitad del gasto público total en España.
A partir de ahí, crear toda una Vicepresidencia, encargada a un peso pesado, dedicada a tejer de nuevo el diálogo institucional y la cooperación entre las dos partes del Estado, como son el Gobierno central y las comunidades autónomas, sí es un cambio relevante y necesario que, espero, no quede reducido a una mera cuestión de pelas. España sigue siendo un Estado incompleto, pero plural, necesitado de reformas que hagan más eficiente el funcionamiento conjunto de sus administraciones.
La tercera pata en que se asienta esta segunda fase es, al parecer, la concertación política. En parte es así debido a la necesidad matemática de mayorías parlamentarias en el Congreso actual.Pero quiero creer que cuando el presidente habla de buscar la concertación con todas las fuerzas políticas que estén dispuestas a arrimar el hombro, lo dice pensando, además, en lo excepcional de la situación de emergencia económica y social en que vivimos.Por tanto, debemos creer que se va a buscar una aproximación sincera al principal partido de la oposición animados, tal vez, por el nuevo clima vasco. Eso, también, de ser así, sería mucho más que un cambio en el ritmo.
El Partido Popular acaba de hacer públicas sus propuestas de reformas estructurales para hacer frente a la recesión. Tengo que reconocer que esperaba más, porque creo que tiene gente capaz de hacerlo mejor. Dos muestras. Sobre la reforma laboral, su propuesta literal es: «Promoción con los agentes sociales de un Gran Acuerdo Parlamentario por el Empleo y la Competitividad».Vale. Por otro lado, alguien de ese partido debería explicarnos cómo se puede reactivar la economía y salir de la crisis con un conjunto de propuestas centradas en favorecer el ahorro privado y la austeridad pública. Si nadie consume, nadie produce y no hay crecimiento sino deflación. Al menos, hasta que superemos la depresión gracias a otra estrategia más expansiva en gasto.
Con esos mimbres, veo complicada la consecución de una concertación política entre los dos principales partidos de España en torno a un conjunto de medidas para acelerar la salida de la crisis.Pero intentarlo en serio sería ya todo un giro estratégico desde lo hecho hasta ahora. No voy a entrar en el debate escolástico sobre si debemos intentar o no unos nuevos Pactos de la Moncloa.Pero he defendido aquí la necesidad de aunar esfuerzos mediante esa concertación social, política y territorial que ahora se propone como definitoria de esta segunda fase de lucha contra la recesión. Ignoro por qué para esto ha hecho falta un cambio de Gobierno. Pero si estamos ahí, bienvenido sea.
20.04.2009 a las 20:17 Enlace Permanente
Con todos mis repetos y sentido del humor.
¿Por qué se ha cambiado el Gobierno se pregunta usted, si la política es la misma pero requiere más ritmo?
Pues, la verdad se me asemeja al baile.
Si el cha-cha-cha es el mismo y todos escuchamos la misma pieza, no todos arrancamos con el mismo pie, no todos movemos las caderas y no todos sentimos lo mismo en según que ritmos.
El Sr Blanco, estaba esperando en el banquito de la esperanza en salir a bailar, y tanto lo soñó que ahora no para. Le han sacado a bailar como en mis cutres tiempos y la verdad que eso a todos/ as nos ha llenado el ego cosa fina.
El ministerio de Fomento hace un papel nunca visto, 2 movimientos lentos y 3 rápidos —más una pausa— parece que la Sra. Álvarez se dedicaba a otra cosa, será que el Cha-cha-chá, no le hacia efecto.
La Sra. Trinidad Jiménez, es bailarina pero de ritmos más de salón, valses con sutiles toques aristocráticos.
Y el resto pues les han invitado a la fiesta, a ver como nos sorprenden.
Para mi va en cabeza el Sr Blanco. Un ritmo imparable.
Y la verdad que espero que todos bailemos de alegría.
23.04.2009 a las 14:46 Enlace Permanente
El dicho de ‘para hacer este viaje, sobraban alforjas’… puede parecer ilustrativo para algunos del vaivén político reciente. Sin embargo, como diría algún patricio romano, no es lo mismo tener la ‘potestas’, que disponer además de la ‘autoritas’.
El Gobierno es político, y la Administración, se supone no debe de serlo. Pero … ¿cuántos empleados públicos se dedican periódicamente a ejercer de políticos, y viceversa?
Y es que ‘al César, lo que es del César’; para bien o para mal, el mejor tecnócrata posible, necesita en según qué momentos, del respaldo e iniciativa políticas que refrenden sus decisiones, y sus posiciones. Lo contario, sería como jugar al futbol con delantera, pero sin ningún defensa. O para que se entienda, con otro ejemplo más bélico: se produce la fractura de la línea de vanguardia, con la retaguardia, y ello deriva en la falta de comunicación y suministros entre ambos frentes.
Reconociendo que una persona tenga razón. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que se plantea por primera vez la opinión, y esta pasa a hacerse propia por el interlocutor? ¿Maduración? ¿Maceración? … caer del burro, en otras palabras.
El político de raza no quiere que se le de la razón, lo que quiere es poder alcanzarla en su momento justo. Y si esto no es posible, traer al adversario o contrincante, a su vera, para hacerle vencer las rodillas, ante el capote y la espada, para salir él, triunfante del ruedo.
Aquí el ‘respetable’ somos tod@s l@s ciudadan@s que vivimos y palpamos la realidad de la calle, los que valoramos la faena del diestro, y de su cuadrilla. Si no gusta, o no convence, se le sacan los pañuelos, y se arrojan las colchonetas. Pero si convence su esfuerzo, y el mercado/toro responde adecuadamente, entonces esos mismos pañuelos son de agradecimiento, y se dirigen al Presidente de la plaza para que otorgue los trofeos, y/o se indulte al toro.
En esta corrida, el toro es de la maestranza de las entidades financieras y las empresas constructoras. Y el ‘maestro’ ha cambiado al picador y banderillero, para que le faciliten la faena, y domen al ‘bicho’.
La diferencia en este escenario, es que no existe ruedo que separe al respetable, del toro, y de éste, a los transeúntes de allende el ‘albero’. Todos estamos en el terreno de lo afectable, y de lo sufrible, de los gritos, de los tropiezos, de las embestidas, de la algarabía, de la estampida humana que se desplaza de un lado a otro sin control. La internacionalización se agrava por el mal estado del ‘albero inmobiliario’. Y tal vez, sólo tal vez, la respuesta esté en el viento. ( energías sostenibles, sueños e ideas, innovación, estudio, investigación, intangibles que ofrezcan un sobre-valor añadido a nuestra riqueza propia).
Un fuerte abrazo desde Xàbia