Casi nada es lo que parece, al menos, para siempre. El surgimiento del keynesianismo en los años 30 del pasado siglo no solo significó un nuevo arsenal de instrumentos de política económica, sino también una nueva visión de la economía basada en un comportamiento de los agentes económicos distinto, y en algunos casos contrario, a lo previsto hasta entonces por la economía tradicional.
Los individuos, convertidos en agentes económicos, tenían una manera de reaccionar diferente, y a veces contradictoria, según los estudiásemos en un contexto individual, microeconómico, o en otro agregado, macroeconómico. Por ejemplo, un consumidor incrementa su demanda conforme baja el precio de una cosa si lo analizamos en micro, pero ante una deflación, en macro, el consumo agregado se frena en espera de nuevas bajadas. Otro ejemplo: cuando una familia, en micro, ahorra desplazando capacidad de consumo al futuro, realiza un acto sensato que si se generaliza, en macro, nos sume en una crisis profunda ante la caída del consumo privado.
Estos problemas de inconsistencia entre el comportamiento económico racional en situaciones individuales o agregadas trajo de cabeza a los economistas durante años. El hecho de que los físicos tampoco supieran encontrar leyes comunes para lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande no era sino un triste consuelo, ya que los llamados problemas de fundamentación microeconómica de la macroeconomía cuestionaban todo el edificio de la teoría económica convencional, al menos para los que querían tener un enfoque sólido y coherente de la misma.
Hoy casi nadie se preocupa de estas cosas, aunque no hayan quedado resueltas de manera convincente. Sin embargo, sostendré en este artículo que está ocurriendo algo similar entre los análisis económicos que se realizan en un Master en Business Administration (MBA) y los que se utilizan a la hora de realizar recomendaciones de política económica. Daría la impresión de que se trata de dos cuestiones distintas e incluso enfrentadas entre sí, aquellas recomendaciones que se predican para la gestión de una empresa concreta y las que emanan para la dirección del conjunto de la economía. Tal y como están las cosas, un MBA no nos daría indicaciones adecuadas para la gestión de la política económica porque parecería que una cosa es lo que se tiene que hacer en la dirección de una empresa y otra cosa, muy diferente, lo que se exige para la gestión del conjunto de la economía nacional.
Esta contradicción entre lo explicado como bueno para una empresa, pero que no se defiende para el conjunto de la economía, la veo en cuatro asuntos. Y en todos ellos, la tesis que defenderé es que nos iría mejor a todos si a la hora de gestionar el sistema económico aplicáramos a la política económica los mismos principios que se enseñan para llevar bien una empresa.
1. Dignificar al trabajador. Todos los manuales de gestión empresarial señalan la importancia que para el funcionamiento adecuado de una empresa tiene el hecho de que sus trabajadores se sientan integrados en el proyecto. Si no lo sienten como algo propio, será imposible que le aporten su creatividad, su energía y su compromiso, más allá de su trabajo. De aquí se derivan estrategias para motivar a los trabajadores e incorporarlos como copartícipes de la empresa, que pasan por un reconocimiento adecuado de sus propuestas, por remuneración estimulante, formación continua o vinculación que sólo puede darse en el contexto de una relación laboral estable.
Por el contrario, los debates sobre política económica en el mercado de trabajo tratan de abaratar el despido, bajar salarios, los contratos temporales y otras medidas que refuerzan la posición de dominio de los empresarios, ofreciendo a los trabajadores escasas razones para sentirse integrados o participativos en una casa común.
2. Animar al emprendedor. La clave de bóveda de cualquier master empresarial es potenciar la iniciativa emprendedora de los individuos, conscientes de que ahí radica la más positiva de las diferencias humanas. Generar, por tanto, entornos que favorezcan la creatividad en la empresa se considera fundamental. No así, al parecer, en un contexto macroeconómico donde, a pesar de las declaraciones, abrir un negocio o conseguir financiación para un proyecto novedoso siguen siendo epopeyas no accesibles para el común de los mortales.
3. Poner al cliente en el puesto de mando. De nuevo aquí aparece una abierta contradicción entre lo enseñado en los MBA, que promueven al cliente como el eje fundamental entorno al cual articular la actividad de la empresa y la realidad de un sistema en el que vemos cómo es el accionista quien justifica la totalidad de las actuaciones de los gestores empresariales en las grandes empresas o el financiero en las pequeñas. El hecho de que el principal valor de una empresa sea su valor bursátil es una desviación respecto a lo enseñado en cualquier escuela de negocios. Y un error perjudicial, además, para el conjunto de la sociedad ya que las empresas no pueden olvidar su responsabilidad social.
4. La lucha contra el cambio climático como ahorro de costes.Convertir problemas en oportunidades es algo que se enseña en los MBA. Si es así, el tránsito de la actual economía del carbono a otra con bajas emisiones de CO2 para mitigar el cambio climático debe verse como una oportunidad para reducir costes y reorientar actividades de manera más sostenible. Luchar contra el cambio climático en el ámbito de la empresa se puede traducir en ahorros y no en los elevados costes con que se observa desde el ámbito de la política económica cuando se discuten los derechos de emisión o las supuestas incompatibilidades entre crisis económica y reducción de emisiones.
He querido con estos cuatro asuntos mostrar que no sólo no existe una contradicción entre lo que se enseña en las escuelas de negocios y los debates habituales sobre política económica, sino que a todos nos iría mejor si nos apuntáramos a un MBA y aplicáramos lo allí aprendido a la gestión de la economía en su conjunto.
16.04.2009 a las 11:28 Enlace Permanente
Trasluce de tu artículo, un espíritu socarrón y genuino valenciano. Afirmar negando, y negar afirmando. Si me permites, y humildemente, realizar una pequeña aportación a tu reflexión: como diríamos bíblicamente, y todos estos mandamientos se reducen en dos; que son, utiliza el sentido común, y no te dejes cegar por los espejismos y adulaciones.
Porque es de sentido común, para la familia y para la empresa, el no acometer reformas estructurales, si no se dispone de capital suficiente. Pero, tampoco podrá obviar que si es necesario, deben realizarse, por mor de caerle encima la casa entera si no las realiza. La elección entre quedar endeudado, o quedar al raso, es sencilla.
El presidente del Banco de España, en parte gracias a esa independencia que le caracteriza, está realizando un llamamiento a las fuerzas sociales, y económicas, para que se planteen de un modo serio y responsable, con vocación de futuro, qué medidas deberemos de tomar, y analizar para que el cáncer económico no se propague a todo el cuerpo, afectando vitalmente a todos los órganos.
En situaciones excepcionales, y ante un mar de fondo impresionante, se precisa de un timonel aguerrido y un capitán con las ideas claras, que sea capaz de llegar a buen puerto, con la mayor parte de la carga, pero también con la tripulación y el barco, al completo.
Si sacrificamos parte de la mercancía, el efecto sobre el mercado, será menor, al incrementarse sensiblemente el precio de los productos, por haber reducido su oferta; pero sin embargo, la nave debe estar entera, pues sino, naufragaría, o permanecería a la deriva, sin rumbo.
No he olvidado a la tripulación. Y aquí está el quit de la cuestión. ¿Qué hacer con la tripulación?
…
De grumete a almirante, en un barco, toda la marinería es necesaria en situaciones de emergencia. Y cada cual debe saber qué hacer y cómo reaccionar para minimizar los efectos del temporal sobre la embarcación. Y en cualquiera de los casos, la decisión de sacrificar una parte de la carga, es del capitán, no del armador.
El capitán es el gobierno, y el armador es la empresa. Tal vez el armador no conozca a la tripulación, pero el capitán si debe conocer de sus potencialidades. Utilizar la técnica de lo posible, para conseguir lo imposible. Casar intereses, y convencer por su defensa del interés general, admitiendo los sacrificios necesarios, pero no más de los indispensables.
No podemos dejar a parte de la tripulación, en una isla desierta, cual Robinson Crusoe; como tampoco podemos dejar de suministrar mercancía al mercado, pues sin ella se producen altercados, y revueltas.
Realmente es difícil el mantener a flote este barco, pero quizás debamos intentar llegar a un puerto de abrigo (euro, Europa) con el mayor número de efectivos posibles, para aderezar y restaurar la estructura económica de nuestro barco (país), con todos los recursos a nuestro alcance, con toda nuestra imaginación y conocimientos disponibles, sin esperar a rescatadores (que después se cobren en especie el favor, dejándonos empeñados de por vida).
Esa es la principal tarea del gobierno y del capitán: optimizar el elemento humano disponible, para con el mejor o peor barco de que dispone de partida, conseguir hacerlo más competitivo, más rápido, más seguro, y llegar en la posición más ventajosa, respecto de nuestros competidores, para cuando amaine la tormenta.
Un fuerte abrazo desde Xàbia
enric doménech
28.07.2009 a las 19:13 Enlace Permanente
Un MBA para todos?????