Lecciones marginales de esta crisis (II).

Escrito a las 12:29 pm

Toda crisis airea nuestras debilidades y pone fin a la sensación de invulnerabilidad que recubre al éxito continuado. Pero también abre oportunidades para poner fin a los excesos que se han producido, sentando las bases de una nueva etapa de bonanza más sostenible. 

Tercera lección: lo público y lo privado se necesitan mutuamente. Visto lo visto, deberíamos acordar que ni el Estado es el problema, siempre, ni lo privado es la solución, siempre. Que cada uno tiene una importante función que cumplir, que cada uno se necesita porque sus labores son complementarias. Aunque la gente se fía de lo privado, cuando llegan las dificultades serias, confía más en lo público. 

Si la crisis de los años 70 del siglo pasado fue, en buena medida, una crisis de lo público (empresas y banca pública, excesivos costes de la sobreprotección social, etcétera) y ello dio pie a la revolución neoconservadora de Reagan y Thatcher, la actual ha sido, claramente, una crisis de la ideología de lo privado. Encontrar un nuevo equilibrio dinámico entre sector privado y público es el reto de los tiempos por venir, sin deslegitimar a ninguna de las dos piernas con las que avanza nuestra sociedad. 

En sociedades complejas como las nuestras, la mayoría de los problemas de gestión importantes existen con independencia de la propiedad. En aeropuertos, como en hospitales o en transportes públicos, la calidad del servicio ofrecido depende más de los esquemas de control y de los incentivos internos de gestión que de la titularidad de la propiedad. En las grandes empresas por acciones hay propietarios, pero no dueños y los gestores tienen un margen de actuación enorme. 

Hay que entender que el valor de una empresa es algo más que su cotización en Bolsa y que la responsabilidad social de las mismas debe verse reflejada en códigos de buen gobierno exigibles desde fuera. Porque si algo ha quedado claro en esta crisis es que ni el mercado ni las empresas parecen capaces de autorregularse y mantener el cumplimiento de normas y reglas que no sean impuestas, supervisadas y sancionadas desde fuera por los poderes públicos. 

Cuarta lección: sobre delitos y normas. Parte de lo ocurrido, sobre todo en los mercados financieros internacionales, ha tenido que ver con la ausencia de normas donde se ha demostrado que hacían falta. Por ejemplo, en la configuración, comercialización y contabilización de los llamados productos derivados. Creo que ya hemos aprendido esto y las propuestas sobre una mayor regulación y supervisión del capitalismo financiero mundial cobrarán protagonismo en las próximas reuniones del G-20. Pero lo ocurrido con el caso Madoff no es consecuencia de una ausencia de regulación, sino de la comisión de un delito. Y no ha sido el único caso de vulneración de una norma existente, porque ha ocurrido también cuando ha habido sobrevaloración de activos inmobiliarios o connivencias sospechosas entre regulador y regulado; o entre empresas y analistas de riesgos. 

Por tanto, faltan normas donde faltan pero también ha faltado el cumplimiento adecuado de las ya existentes. En muchos casos, porque a la entidad supervisora le falta capacidad gestora o inspectores suficientes, y en otros porque la sanción por incumplimiento es tan escasa que compensa arriesgarse. De poco sirve que se aprueben más normas y regulaciones si luego no cumplen porque no se dota, a quien corresponde, de los instrumentos necesarios para controlar su aplicación y sancionar su incumplimiento. 

Quinta lección: los nuevos valores al alza. No pretendo hacer en este punto una reflexión moral, sino de eficiencia económica. Si queremos dotar de mayor estabilidad a nuestro modelo de crecimiento, tenemos que poner boca abajo algunos de los valores sociales y económicos sobre los que hemos construido la bonanza anterior. Cuando el conjunto de la riqueza acumulada en productos financieros especulativos multiplica por tres o por cuatro el valor total de la riqueza real producida, las señales que estamos enviando a la sociedad son malas. Por ejemplo, que su trabajo y su inteligencia es menos importante que un buen pelotazo bursátil o inmobiliario, ya que la recompensa principal no se distribuye en función del esfuerzo o de la capacidad, sino de la oportunidad y del azar.Que las consideraciones a corto plazo predominan sobre aquéllas otras que miran con una perspectiva temporal mayor, como las que afectan a la lucha contra el cambio climático o la pobreza en el mundo. Que el particularismo de cada uno debe situarse por delante de un interés general cada vez más diluido. Son tres mensajes con los que difícilmente podremos construir una sociedad cohesionada, ni tampoco una economía estable. 

La especulación ha existido siempre y desempeña un papel equilibrador en un sistema de mercado. Pero el peso de la misma sobre nuestro modelo económico y social ha sido exagerado en los últimos tiempos, generando graves perjuicios a una mayoría social. 

Recuperar la importancia del trabajo, la formación y el conocimiento para construir sobre ellos nuestro modelo productivo va a exigir cambios importantes. De control y regulación sobre los mercados financieros, pero también sobre decisiones públicas que alienten más estos valores que los otros. Por ejemplo, en el terreno impositivo, donde resulta difícil de sostener que las rentas ganadas por un trabajador mediante su trabajo paguen más impuestos que la misma cantidad cobrada por un rentista como consecuencia de una simple revalorización pasiva de su patrimonio. Si una sociedad más cohesionada es, además, más eficiente porque incentiva mejor las capacidades individuales de todos, pongámonos a ello. En todo. 

Sexta y última lección (de momento): falta gobernanza internacional.Dada la magnitud y características de las cuestiones a abordar, no tenemos una adecuada estructura político-administrativa de gobernanza internacional de los mismos. Los problemas no conocen fronteras y la base de respuesta sigue siendo la defensa del interés nacional. Esa incapacidad pública para organizar respuestas eficientes a nivel mundial, estimula comportamientos privados desestabilizadores y perjudiciales para el conjunto. 

Las lecciones que he extraído de esta crisis son parciales y subjetivas. Pero espero que útiles. Así sea. 

 

2 comentarios

001
Palestina
19.01.2009 a las 20:31 Enlace Permanente

Mientras en EE.UU unidos arrastra una de sus mayores crisis económica, celebran la llegada de Obama con una fiesta que deja al mas soñador impactado.
Es increíble lo que mueve una sola persona que ha sabido infundir ilusión y esperanza…!puede que más grande sea la caída¡¡, pero no doy crédito.
Están con recesión, con unos datos espantosos y Obama habla y todo son sonrisas y el dice que quizás no se puedan cumplir muchas de las promesas, que solo se intentará recuperar la economía….y la gente aplaude.
!!!!y si que creo, que los americanos con esa gente que está apoyando al presidente conseguirán salir adelante, estan unidos y hay, déjeme decir un sentimiento de afecto muy grande de unos con otros y hacia la persona que, es ya, su presidente, hemos tenido suerte el resto de humanos con esta inyección de felicidad que viene del otro lado del charco.Menos mal que nos tendrán entretenidos los vecinos lejanos.
Nuestra tristeza se palpa, y no tenemos a ningún Obama….busquemos alternativas, hay que inyectar cordura,sensatez, afecto.
Deseo de todo corazón que les dure y que salgan de su desastre lo antes posible..
un saludo

002
enric doménech
20.01.2009 a las 13:54 Enlace Permanente

Ciertamente, mi muy admirado compañero, la solución no está en el cielo, como dice la canción, sino en nosotros mismos. No podemos, ni debemos esperar un salvador ajeno; sino que debemos adoptar individual y colectivamente, los retos del conocimiento, del trabajo bien hecho, de la responsabilidad en nuestros comportamientos.
Desde siempre, he pensado que no podemos exigir a los demás, lo que no nos exigimos a nosotros mismos ( y a veces, ni eso).

¿Qué es un montón de piedras cuadradas?
Si están al tun tun, son obstáculos.
Si están alineadas, y geométrica y estratégicamente colocadas, pueden ser una fortaleza.

Hoy por hoy, hacen falta ingenieros y arquitectos que diseñen, y planteen alternativas en la construcción del mecanismo financiero internacional. Pero también hacen falta peones, oficiales, y delineantes, que apliquen en el detalle, las normas emanadas del ‘staff’ técnico, y del ‘staff’ directivo.

Los supervisores, comprobarán que se respetan las normas de medio-ambiente, de planificación, de reglamentación. Este supervisor, podrá ser propio de la empresa o ente; pero también exógeno, que vele por la legalidad y el orden pactado.

A partir de estas reglas, todo dependerá de la eficiencia de todos y cada uno en sus responsabilidades, para avanzar más o menos rápido. Para desarrollarnos con mayor o menor confianza, con mayor o menor garantía.

La pertenencia a un grupo más amplio, con defensas comunes, son el primer paso (U.E. , euro). Pero además se precisa de equipos de intervención y dirección muchos más hábiles y efectivos.

La a veces, mojigatería de algunos países, y la desconfianza a diluirse entre la multitud de europeos, han frenado el proceso de integración europea, de la que tenemos un próximo encuentro decisivo, el mes de junio próximo (Elecciones al Parlamento Europeo). Esta será también una cita, y un punto de inflexión trascendental, para dar un empuje decisivo a la situación de los países que integramos la Unión.

Queda el deseo, de que nuestros representantes, sean lo mejores posibles, y no sólo, un lugar donde acomodar las ‘chinas’, y trastos viejos o incómodos, para las gobernanzas domésticas.

Un fuerte abrazo, desde Xàbia,

enric doménech

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